Cuando uno llega a Oaxaca hay algo que queda muy claro: las dietas y las horas de sueño entran en pausa. Aquí se come y se bebe, mucho y muy bien; pero también —para compensar— se camina sin descanso entre espacios culturales llenos de historia, jardines repletos de cactáceas, puestos con textiles de todos colores y mercados protagonizados por humo y tasajo. Vibrante, generosa y exigente, Oaxaca es una de esas ciudades en las que, entre un mezcal y otro, los días se alargan todo lo que uno quiera.
Un buen punto de partida para explorar Oaxaca es, sin duda, el Templo de Santo Domingo, uno de los grandes símbolos de la arquitectura barroca novohispana en México. Justo enfrente está el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), que merece todas las visitas posibles y es uno de los muchos legados de Francisco Toledo en la ciudad. Después, para combatir el calor oaxaqueño, hay que comprar un chocolate frío en La Brújula y bajar hacia el Zócalo por el andador peatonal Macedonio Alcalá. Aquí uno camina entre galerías, cafés, tiendas, restaurantes, hoteles y espacios culturales, como el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO).
Aunque, si se trata de proyectos culturales, hay que desviarse un par de cuadras para visitar el Centro Cultural San Pablo, un antiguo convento que hoy se ha convertido en uno de los principales centros de exposiciones y talleres de la ciudad. Además, cuenta con restaurante, café y un gran patio. De regreso a la ruta original, la Catedral de Nuestra Señora de La Asunción marca la entrada al Zócalo, donde el movimiento se da en forma de vendedores de globos, bicicletas que ofrecen raspados, puestos de ropa, boleros, organilleros y niños jugando en la plaza.
Vibrante, generosa y exigente, Oaxaca es una de esas ciudades en las que, entre un mezcal y otro, los días se alargan todo lo que uno quiera.
Al bajar tres cuadras más por Flores Magón, uno llega al Mercado 20 de Noviembre y su icónico pasillo de humo, donde decenas de marchantes ofrecen cortes de carne para llevar o para comer al momento. El combo no está completo sin una buena dosis de quesillo, tlayudas, guacamole y cervezas bien frías. En esta ciudad, la comida es importante y hay grandes embajadores que lo prueban, como Casa Oaxaca, del chef Alejandro Ruiz, y Criollo, proyecto gastronómico de los chefs Luis Arellano y Enrique Olvera. Para tomarse un buen mezcal, lugares como Archivo Maguey, El Destilado, Expendio Tradición y La Popular levantan la mano.
Un viaje a Oaxaca no está completo sin una visita a sus dos principales sitios arqueológicos, Monte Albán y Mitla, que están a 15 y 45 minutos del centro de la ciudad, respectivamente. También vale la pena hacer una escala cultural en el Centro de las Artes de San Agustín, en Etla, y si sobra más tiempo, dedicarle una mañana a Hierve el Agua. Estas cascadas petrificadas, a una hora y media del centro, nos regalan una increíble postal, pero vale la pena llegar muy temprano para evitar tumultos. Otra ruta infalible es la de los pueblos artesanos, entre ellos Teotitlán del Valle (famoso por los tapetes), San Martín Tilcajete (famoso por los alebrijes) y San Bartolo Coyotepec (famoso por el barro negro).
Qué hacer
Desayunar en Boulenc (o al menos probar su pan dulce que es delicioso). Otra buena alterativa para arrancar el día como se debe es Pan:am.
Conocer el Museo de la Filatelia, que además de tener una impresionante colección de arte postal, esconde algunos de los patios más bonitos del centro.
Visitar el Jardín Etnobotánico, que alberga 100 especies endémicas de todo el estado de Oaxaca.
Disfrutar de la exposición o taller en turno del Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, fundado por Francisco Toledo en 1996.
Comer en Las Quince Letras, un clásico en la ciudad a cargo de la cocinera Celia Florián (su mole coloradito es una delicia). Dato curioso, Alam Méndez, el chef de Pasillo de Humo, en Ciudad de México, es hijo de Celia.
Salirse del centro para visitar el Archivo General del Estado de Oaxaca, un imperdible para los entusiastas de la arquitectura.
Cenar en Origen, del chef Rodolfo Castellanos. Este restaurante es el punto medio entre fine dining y cocina tradicional oaxaqueña. Su menú degustación siempre es garantía.
Tomar algo en Sabina Sabe, un bar chiquito con muy buena mixología. También tienen menú de comida para pedir algo al centro.
Probar los tacos de lechón de El Lechoncito de Oro. El puesto abre de lunes a sábado, de 8:00 pm a 4:00 am, en la esquina de Los Libres y Murguía.
Dónde dormir
Escondido Oaxaca
Después de mucho pedirlo, Grupo Habita finalmente aterrizó en esta ciudad con este hotel de 12 habitaciones en una antigua casona reinventada por el arquitecto Alberto Kalach.
Otras grandes opciones en el centro: Quinta Real, Hotel Azul y, para los viajeros más jóvenes con presupuesto limitado, Selina Oaxaca.
Cuándo ir
La Guelaguetza (la última semana de julio) y el Día de Muertos (1 y 2 de noviembre) son grandes momentos para visitar la ciudad. En ambos casos la ciudad se convierte en una auténtica fiesta; sin embargo, es importantísimo planear y reservar con mucha anticipación debido a la cantidad de gente en esas fechas.
Cómo llegar
Volar es la alternativa más rápida, ya que la distancia entre Ciudad de México y Oaxaca se cubre en poco más de una hora (y hay muchas frecuencias diarias en distintas aerolíneas). Con una duración de cinco horas y media, el viaje en carretera también es buena opción. Entre Puebla y Oaxaca, la ruta pasa por la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán, que nos regala un paisaje increíble de cactáceas que cubren montañas.
¿Sabías que…?
Oaxaca es uno de los lugares con mayor diversidad lingüística en México. Aquí se hablan 11 lenguas indígenas: chatino, chinateco, chocholteco, chontal, cuicuateco, huave, ixcateco, mazateco, mixe, triqui y zapoteco.
Turismo Oaxaca
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