Las joyas naturales más impactantes del planeta son una obra del tiempo. Paciencia: miles de años pasaron para que un glaciar rompiera la roca sobre la que descansaba y se derritiera para crear un fiordo en Noruega. O instante: segundos bastaron para que el relieve de México sufriera el impacto de un meteorito y quedara marcado, para siempre, con un cráter rodeado de cientos de albercas naturales de aguas cristalinas.
Hablamos del Anillo de Cenotes, un cinturón de cavernas acuíferas de cinco kilómetros de ancho que cuelga como un collar de la costa norte del estado de Yucatán.
Este tiene su origen tras el impacto de un meteorito hace 66 millones de años, el mismo evento prehistórico que desencadenó una extinción masiva que acabó con el 75% de la vida terrestre.
Sin embargo, lo que hace al Anillo de Cenotes algo fascinante es que su alineación corresponde a la circunferencia del cráter que dejó el impacto del aerolito: una cicatriz orográfica de 180 kilómetros de diámetro.
Lo que se sabe del cráter de Chicxulub
El epicentro del cráter se ubica a unos kilómetros mar adentro desde Chicxulub Puerto, un poblado alargado que descansa entre el Caribe y la Ciénega, cerca de Puerto Progreso y apenas a una hora en coche desde Mérida.
Nada del cráter es visible, pues los restos reposan a unos mil metros de profundidad, sepultados bajo millones de años de sedimentos.
Aún a pesar de esto –y gracias a que Chicxulub es el cráter de impacto mejor conservado en el planeta–, los geólogos han descifrado información que ha dado paso al desarrollo de la teoría de que la colisión fue la responsable de la formación del Anillo de Cenotes.
Es importante saber que no todo fue instantáneo, pues si bien el relieve de la zona se transformó de inmediato con el choque, los cenotes surgieron hasta más tarde, ya que son producto de los lentos procesos de filtración de agua y erosión del subsuelo.
Desde un punto de vista científico sucedió lo siguiente: el meteorito impactó con tal fuerza y generó tanta presión que el centro del cráter se convirtió en roca cristalina impermeable que impidió el flujo de agua.
Como consecuencia, el agua comenzó a colarse a través de la roca caliza en la periferia del cráter y a erosionar el material. Fue así como aparecieron, paulatinamente a lo largo de milenios, los más de 900 cenotes alineados en un semicírculo (la otra mitad del aro se encuentra en el mar).
El Anillo de Cenotes a lo largo de la historia
Se calcula que el Anillo de Cenotes representa entre el 11% y el 12% de todos los cenotes en el estado (se sabe que existen entre 7 y 8 mil). Además de ser una joya natural, hoy en día también se les atribuye una enorme importancia cultural e histórica.
Y es que los mayas –a quienes les debemos la palabra “cenote”– veían en un ts’ono’ot un sitio sagrado para llevar a cabo rituales y prácticas funerarias.
De ahí que arqueólogos y exploradores continuamente encuentren vestigios mayas, desde esculturas de dioses prehispánicos hasta osamentas humanas producto de los sacrificios que se han documentado históricamente en los cenotes de la península de Yucatán.
Ya sea que estén abiertos al turismo o dedicados a la investigación arqueológica, los cenotes son áreas naturales –y frágiles– que necesitan protección.
Dicho eso, no es de extrañar que el Anillo de Cenotes se haya incluido, en 2006, a la lista de Humedales de Importancia Internacional de la Convención Ramsar; asimismo, en 2012 se añadió como Patrimonio Natural de la Humanidad a la lista tentativa de nuestro país.
Y nosotros, como viajeros, debemos hacer lo posible por conservarlos durante nuestras visitas para que la belleza que los mayas vieron en ellos perdure por muchos siglos más.