Hay un montón de rasgos que hacen a las calles de Mérida únicas en su tipo. Desde luego que el clima y los sabores callejeros vienen de inmediato a la mente. Pero su estética afrancesada, entre frondosas arboledas que el urbanismo ha plantado como un refugio para el inclemente calor, es el detalle que verdaderamente las vuelve especiales.
Basta con un recorrido rápido a pie por Paseo Montejo para ver edificios característicos como el Palacio Cantón, las Casa Gemelas o la Quinta Montes Molina. Una vuelta por el centro para conocer sus parques, como el de Santa Lucía, y ahí encontrarse con un ícono, quizá más discreto, de la ciudad: la silla de los confidentes.
Está banca es común en los alrededores del centro de Mérida y se ha quedado grabada como uno de sus símbolos característicos. Más allá de haber sido fundamental para el descanso de residentes y viajeros a través de la historia, la famosa silla de los confidentes es una extravagancia del diseño que difícilmente puede encontrarse en otros lugares.
También conocida como silla “Tú y yo” o “De los enamorados”, esta pieza llama la atención por su peculiar forma. Dos bancos individuales se encuentran, uno frente al otro, conectados por un recarga brazos compartido, que los vuelve parte de una sola banca.
Esta atípica distribución permite que los interlocutores puedan hablar sin perderse la mirada y, al mismo tiempo, separados físicamente por una barrera de concreto. Característica que, según la historia local, explica su origen.
¿De dónde viene la silla de los confidentes?
Como varios de los rumores provinciales que trascienden al tiempo de boca en boca y termina ilustrando el pasado, la historia de la silla de los confidentes es una de amor. O, más bien, de celos.
Entre los merideños es común contar que esta singular banca, cuyo principal diferenciador es separar a sus ocupantes y ponerlos de frente, fue invención de un padre sobre protector. Con su diseño, logró que su hija pudiera hablar con sus pretendientes, evitando el contacto físico en todo momento.
Sin embargo, y aunque no se tiene certeza total del origen de esta famosa banca, es claro que, como muchas otras cosas en la planeación urbana de Yucatán, su influencia claramente vino de Francia.
El sofá tête-à-tête tomó gran popularidad entre quienes querían guardar las buenas costumbres durante las reuniones sociales. Acolchonados y coloridos, llegaron a Mérida descoloridos y duros como parte del renacimiento francés de principios de siglo. Eso sí, cumpliendo la misma función: mantener las apariencias en sociedad.