Los zapotecos y mixtecos originarios de Oaxaca comenzaban la celebración el primer día del octavo mes de su calendario y continuaban durante los ocho días siguientes en agradecimiento a Centéotl y a Xilomén, dioses del maíz, por las buenas cosechas. Tal era su gratitud que año con año ofrendaban música, cantos, danzas y hasta doncellas como símbolo de abundancia. Los pobladores de la región subían al cerro Daninayaloani o cerro de la Bella Vista, que es hoy es conocido como el Cerro del Fortín. El nombre Guelaguetza, que en zapoteco significa ofrenda, regalo o cumplimiento, nace en ese entonces.
Una celebración de mestizaje
Tras la llegada de los españoles y bajo la influencia de la religión católica, la celebración cambió por completo y las ofrendas humanas quedaron prohibidas.
Entre los años 1679 y 1700, los conquistadores intentaron suspender la celebración indígena suplantándola con una fiesta para la Virgen del Carmen, a quien le construyeron un templo que hoy es conocido como Carmen Alto y que hoy día se celebra en el mes de julio.
Los intentos por desaparecer la Guelaguetza a Centéotl no dieron frutos; durante el siglo XVII las celebraciones continuaron. Cada año los pobladores de todas las regiones de Oaxaca se reunían en las faldas del Fortín a honrar a los dioses del maíz con comida típica y dulces tradicionales, pero sin sacrificios. Esta celebración fue nombrada en 1882 como “Los lunes del cerro”.
La organización de la celebración
En el Archivo General del Estado de Oaxaca se encuentran documentos que datan de los años 1931 y 1934, donde retratan la importancia de la celebración para los oaxaqueños. En esa época, el Departamento de Educación Pública del gobierno y el Ayuntamiento de la ciudad, se reunían para organizar las actividades (carreras de relevos, bicicleta y a pie) que se llevarían a cabo durante las fiestas desde el primer “Lunes del cerro”, convirtiendo poco a poco la celebración en la festividad étnica folclórica más importante del continente.
La Guelaguetza contemporánea
Con el paso del tiempo, las actividades cambiaron un poco, aunque las danzas, la música y las ofrendas continúan. El sábado previo a la Guelaguetza se lleva a cabo el desfile de las ocho delegaciones del estado. Aquí, los participantes recorren las calles de la ciudad entre bailes, música y guelaguetzas que comparten con los espectadores.
El primer “Lunes del cerro”, en el cerro del Fortín -donde se construyó el Auditorio de la Guelaguetza en 1974-, se celebra el evento más importante. Los bailarines y participantes de las ocho delegaciones presentan ante el público las danzas más representativas de su localidad, portan trajes típicos y transmiten al público la algarabía de ser oaxaqueño.
La danza más esperada por el auditorio es Flor de Piña. Representada por mujeres, esta danza nacida en San Juan Bautista Tuxtepec en 1958 se baila con una piña al hombro y con coloridos huipiles típicos de la región, con el fin de rescatar las raíces indígenas de la Cuenca.
A lo largo del mes de julio, Oaxaca está de fiesta, las calles de la ciudad se visten de colores y la cartelera cultural se extiende en forma de conciertos, festivales y ferias -como la del mole o la del mezcal-.
En 2022 la Guelaguetza celebrará la 90 edición del evento a partir del 11 de julio y concluirá el 3 de agosto.