Marrakech tiene un encanto peculiar. Desde el rojo ocre de sus edificios, que proviene del color de la tierra de la región, pasando por los mercados para regatear; hasta la plaza Djemaa el Fna en donde está toda la vida de la ciudad y los jardines de Menara (que son un auténtico oasis en medio del desierto), esta urbe es única en el mundo. Sin embargo, tal vez lo más peculiar son los gatos de Marrakech.
Al explorar Marrakech es normal encontrar felinos por todos lados. Ya sea que estén sólos o en grupos de hasta 20. Ya sea que estén acostados sobre un tapete, en busca de comida, bajo el sol o merodeando; pareciera que estos animales son omnipresentes en las arterias de la antigua ciudad imperial.
Desafortunadamente, los marroquíes no suelen tener mascotas y no es común que se les dé cariño a los animales callejeros. Esto se se debe, en parte, a la religión Islámica, según la cual todas las criaturas nacen con lo necesario para sobrevivir y eso incluye a los gatos que encontraron en la ciudad roja un gran lugar para comer.
Los gatos de Marrakech: habitantes de cuatro patas en la ciudad roja
Si bien los habitantes de la ciudad no alimentan directamente a estos felinos, sus costumbres y creencias no los dejan tirar comida. Por lo que es normal encontrar en las calles pedazos de pan, huesos e incluso sobras de carne. Una situación que aprovechan desde las palomas y las hormigas hasta los gatos de Marrakech.
Hasta ahora, nadie sabe por qué hay en la capital de Marruecos esta sobrepoblación de mininos. Algunos dicen que se trata sólo de una coincidencia, y que se debe a una falta de esterilización. Sin embargo hay quienes creen que estos animales son los guardianes de la ciudad. Sea como sea, los locales ya están acostumbrados a vivir con ellos y aunque no los adoptan, los dejan merodear por sus tiendas porque se comen a los ratones y atraen a los turistas.
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