La Roma beatnik

Tres paradas obligadas en la Ciudad de México para los seguidores de la generación beat.

25 Aug 2017
La Roma beatnik

1 Monterrey 122
Aquí se marcó el inicio de la historia de los beatniks en la Ciudad de México (William S. Burroughs, aunque inspiración, no es estrictamente parte del movimiento). Una tarde de septiembre de 1951, durante una fiesta con un grupo de estadounidenses con quien Burroghs solía reunirse, éste y su esposa Joan Vollmer decidieron que sería buena idea jugar a Guillermo Tell con un vaso lleno de vodka en lugar de manzana y una pistola sustituyendo al arco y la flecha. Vollmer murió al recibir un impacto justo al centro de su frente. Luego de esto, Burroghs pasó por un proceso legal y una depresión que lo hizo solicitar compañía a su amigo Jack Kerouac. Cuando éste llegó, en mayo de 1952, Burroghs ya se había mudado de la que fuera su casa familiar a la cercana calle de Orizaba, desde ahí, Kerouac le escribió a Allen Ginsberg:
10 de mayo
Orizaba 210, apto. 5
Ciudad de México, México
Querido Allen:
Bill y yo tardamos diez días en encontrar esta magnífica máquina de escribir y la cinta, y hace muy poco hemos vuelto a trabajar en nuestros libros. […] Bill es grande. Más grande que nunca. Echa mucho de menos a Joan. Joan lo hizo grande, sigue viviendo en él locamente, vibrando…
El departamento donde sucedió el asesinato está habitado por una familia y se sugiere a los viajeros no importunarlos. Pero justo al lado del edificio se encuentran Delirio y Casa Virginia (ambos, restaurantes de la chef Mónica Patiño) y en la esquina de Chihuahua y Monterrey hay un pequeño restaurante, que durante los años cincuenta fue el bar El Bounty, donde Burroughs pasaba tanto tiempo con sus amigos, que lo incluyó en sus libros bajo el nombre de Ship Ahoy.

2. José Alvarado 37-A
Antes Cerrada de Medellín. En esta calle estuvo la primera residencia de William S. Burroughs. En 1949 la compartía con su esposa Joan y con sus hijos. Kerouac escribió el poema Cerrada de Medellín Blues. A decir del escritor Jorge García-Robles, quien se encargó de la traducción, “como poeta, Kerouac es más libre que en su prosa. Su poesía, vertiginosamente fluida, está ceñida a una frecuencia interna que hace añicos cualquier perspectiva literaria. Cuando el lector logra permanecer en este caballo y no se deja tumbar por sus coceos e inesperados trotes, estará en condiciones de disfrutar un veloz y libérrimo viaje al fondo de una poesía hecha por un guerrero de las letras”. En los apuntes que hace en el libro, el traductor da pistas sobre ciertas palabras y referencias que usa Kerouac en dicho poema y que, curiosamente, más que llevarnos a las profundidades de la Ciudad de México, nos lleva a una pequeña isla en Irlanda. Quienes decidan pasear por esta calle, después pueden pasar por un trago al poco glamoroso, pero siempre animado bar Okupa (Monterrey y José Alvarado) o dar una caminata por Insurgentes.

3. Calle Orizaba (210 y 212)
Después del asesinato de Joan Vollmer, William S. Burroughs habitó el departamento 5 de Orizaba 210, donde escribió Junkie y Queer, dos de sus obras más célebres. El inmueble original se derrumbó durante el terremoto de 1985, pero la dirección quedó inmortalizada en el poema de Jack Kerouac Orizaba 210 Blues. Justo a un lado, en el 212 que marca una casa porfiriana que sigue en pie, vivió Jack Kerouac. Desde el cuarto de la azotea escribió obras como Tristessa, Dr. Sax y un gran número de cartas a su amigo Allen Ginsberg (que pueden leerse en el libro Cartas). Aquí, un fragmento de Tristessa en el que Kerouac describe la calle en que vivía y sus alrededores:
“Llego a la encantadora calle de Orizaba (después de pasar por unos anchos y lodosos parques cerca del Cine México y por la triste calle del tranvía llamada General Obregón, en plena noche lluviosa, con rosas en los cabellos de su madre). En la calle de Orizaba hay un parque verde en forma de glorieta con una maravillosa fuente en el centro rodeada de espléndidas residencias construidas de piedra, vitrales, antiguas rejas y adorables y majestuosas volutas garigoleadas, que al verlas a la luz de la luna se mezclan con la magia de la arquitectura) diseñadas para pasar noches maravillosas en casa. Pretenden ser andaluzas. A las dos de la mañana la fuente no arroja agua, pero es como si lo hiciera debido a  la lluvia torrencial que cae”.
Al hacer este recorrido, además de ver las fuentes y las residencias, hay una infinidad de ofertas para comer, tomar un trago o un buen café.

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