En una ciudad como Nueva York, tan llena de diminutas vidas que se trasladan todo el tiempo, que respiran, asienten con la cabeza, mueven la boca… la vacancia es un símbolo en sí mismo, porque no existe. No hay calle, puente o banqueta que no esté morada por algún taxi o algún transeúnte, aunque sean las pequeñas horas de la madrugada. Lo más cercano sería, quizás, la noche en el Parque Central. El fotógrafo Michael Massaia se adentra al pulmón de esta ciudad para capturar esa tranquilidad insólita nocturna, y produce su serie Deep in a Dream – Central Park.
En las noches heladas de invierno, Central Park logra estar prácticamente solo, y eso es lo que Massaia retrata con la profiriente elegancia del blanco y negro. Su serie nos hace pensar en ese fenómeno magnético que le sucede a los grandes parques en las noches: salvo uno que otro hombre solitario (o vagabundo), alguna pareja melancólica o alguien con perfil criminal, la gente prefiere rodear un parque que atravesarlo. Una suerte de campo magnético circundante advierte a los caminantes que el parque no es parque por la noche, es otra cosa. Así, Central Park se convierte en una fantasmagórica comunión de árboles, lagos, senderos y faroles tenues. Las sombras de los árboles, que durante el día generan estéticas figuras de tranquilidad, por la noche no son sombras sino reflejos en los lagos, generados por el artificio de los focos de exterior. Otra forma del arte, sin duda, pero una generada por el cetro de opio que reina en la vacancia de la ciudad.
La serie es tanto una colección de bellísimas fotografías platinadas, llenas de nuevas texturas y diálogos, como una introducción a una faceta del parque que no conocíamos y que nos deja embrujados. “Retratar el parque entre las 2 am y las 6 am fue un intento por capturar la ciudad en sus momentos más acechantes, desolados y tentadores”, dice el fotógrafo en su sitio.