Portugal: celebrar la vida como un lisboeta

Estos son algunos de los rincones gastronómicos más tradicionales de Lisboa, una guía para la sana glotonería con tinte local.

11 Jul 2022

Foto: cortesía Sushima

Portugal, con justicia, se ha vuelto un destino de moda. Y con ese furor turístico por lo luso, la ciudad de Lisboa asiste a la apertura de una profusión de espacios gastronómicos de gran diseño y atractivo, aunque de calidad dispar.

Esta selección se propone para los viajeros que aspiran a probar un pastel de Belén a la vieja usanza o un menú de genuina comida portuguesa entre la multiplicidad de una oferta novedosa y estilizada.

Un inicio abundante

Para un desayuno clásico y de gran estilo, el sitio correcto es la pastelería Versailles. Llevan allí desde 1922, donde generaciones de reposteros fueron perfeccionando sin traicionar las viejas recetas que se sirven en vajilla sellada y en un salón con el mobiliario y las luminarias de entonces.

Toda una experiencia de viaje en el tiempo que los lisboetas disfrutan de paso, y sin pensarlo demasiado, antes de ir a trabajar o durante un alto en la jornada laboral.

Foto: cortesía A Padaria Portuguesa

La alternativa contemporánea está en los locales de la cadena A Padaria Portuguesa, un fenómeno de público autóctono desde hace una década donde no sólo los pasteles y los panes, sino también las croquetas, ya son un clásico.

Mediodía sin moderación

Los amantes de la comida portuguesa “de abuelita” van a O Pote, en Avenidas Novas, a unos pasos de la señorial glorieta rosa de Areeiro.

Este local sencillo guarda la receta de los mejores caracoles de Lisboa. Sus especialidades son el bacalao grillado, el arroz con pulpo y la típica açorda, esa especie de sopa humilde poco caldosa que se hace con miga de pan, se sirve con yemas de huevo y “sabe como la vida”.

En las noches es posible encontrar allí a los principales editores de la ciudad, quienes hacen su cena mensual o sus encuentros con autores.

Aquellos que además del sabor valoran la abundancia, la encuentran con seguridad en los platos de Adega dos Arcos, muy cerca de la estación de Metro Intendente.

Allí no sólo reciben al comensal con una canasta de panes rústicos junto con un riquísimo paté de sardina, ideal para acompañar con una botella de vino blanco Planalto, sino que el cerdo y los pescados grillados se sirven en porciones pantagruélicas, con montañas de papas cocidas de mil maneras posibles.

El salón está un metro bajo tierra, lo que los lugareños conocen como cova funda.

De postres y cafés épicos

El postre más popular en Portugal es la mousse de chocolate, que se encuentra, con calidad muy superior al resto del universo, en cualquier local de comida lusa.

La calidad del café devino indicador importante de la gastronomía de las ciudades. El mejor se sirve en Bettina & Niccoló Corallo, un local diminuto y casi sin espacio para sentarse, fundado por italianos que despachan los famosos pingados con una tableta de chocolate artesanal a elegir.

Las variedades de sabor (con naranja, con sal, con pimienta…) son inolvidables cuando estallan en la boca con el café.

Foto: cortesía Café O das Joanas

Los lisboetas más jóvenes se encuentran en el Café O das Joanas, a un lado de la Plaza de Intendente, en el Largo do Pina Manique.

A partir de cierta hora, el local se pliega a la movida de la zona y despacha en cantidad cervezas y ginjinha, un particular licor rojo de la región de Óbidos que en verano se bebe helado y en invierno –atiendan bien esta genialidad– se sirve en vasitos moldeados con chocolate del tamaño de un dedal.

Sabor del mar

Muy cerca de allí se encuentra el célebre restaurante de mar Ramiro, el cual, desde que recibió estrellas de la guía Michelin, se ha vuelto imposible para hacer reservaciones y tiene largas colas de turistas a toda hora.

Lo que pocos saben es que 50 metros hacia abajo y 100 hacia arriba, sobre la misma Avenida Reis, dos marisquerías hacen exactamente los mismos platos, con igual calidad y a mejor precio.

La primera es Barcabela, de ambiente más bien familiar y decorada con bellos frisos de cerámica portuguesa; sirve unas inolvidables gambas al ajillo y ensalada de pulpo, acompañadas de canastas de panes adobados a la manteca con sal.

En la segunda, Marisqueira do Lis, el ambiente es más festivo y está siempre a tope de lisboetas en grupos de amigos.

La popular cerveza Sagres se acompaña con raciones de jamón y los platos estrella son la sapateira, el enorme cangrejo que llega a la mesa entero y con su salsa servida en su propio caparazón, y las almejas en caldo de cilantro. En dos enormes peceras exhiben las langostas y otros especímenes que irán directamente a los platos.

Atravesar la noche

Lisboa de noche puede ser sorprendente de muchas maneras, una de ellas se puede experimentar en el Pavilhão Chinêspub que de chino tiene muy poco, sólo el portal, que incluso puede pasar desapercibido en Rua Dom Pedro V 89.

Decorado con varias capas de estilos, desde lo ecléctico hasta volverse un clásico, guarda una colección de colecciones: abanicos, mapas, soldaditos de plomo, filatelia, jarras de cerveza, maquetas de aviones colgando de los techos plenos de molduras y frescos, esculturas y figuras de cartón o piedra, lámparas que remiten a la ley seca y a los años locos…, tantos distractores que es necesario visitarlo una y otra vez para conocerlo a fondo.

Fotos: cortesía Topo Martim Moniz

Aquí, la clave son las bebidas fuertes, los escoceses y los vinos de Oporto, que suelen consumirse a la par que la cerveza, no sólo en las mesas, donde siempre es posible ver a gente enredada en una partida de ajedrez, sino también en la sala del fondo, en la que varias mesas de billar admiten a participantes hasta la madrugada.

La opción más joven es una novedad en Lisboa: la terraza Topo Martim Moniz. La entrada al elevador feliz está escondida debajo del centro comercial frente a la plaza. Ofrece música internacional y una sobrecogedora vista del castillo de San Jorge, iluminado sobre el monte donde se derrama el barrio de Alfama con sus miradores.

Debería ser un espacio obligado para el turismo joven, pero aún no ha estallado y atrae sobre todo al público intercultural que habita Lisboa.

Cosmopolita y de gran diseño, es posible encontrar en la terraza vidriada espacios íntimos para compartir un vino verde del Alentejo, o de otras regiones, que alienta la socialización.

Una fiesta siempre enfocada en la maravillosa vista, que será imposible no observar una y otra vez hasta que los primeros rayos del sol bañen los miradores de Gracia y Nuestra Señora del Monte.

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