Florencia es una de esas ciudades en las que sientes que el espacio entre dos respiraciones se mide no en segundos sino en imágenes: no hay, prácticamente, un rincón sin arte, sin una arquitectura cargada de historia. Aquí, donde se gestó el Renacimiento italiano y donde los Médici se ocuparon de convertir su nombre en sinónimo de mecenazgo, la catedral, el edificio más emblemático de las ciudades de Italia, no es la excepción en cuanto a su excepcional estética. Sin embargo, en ella hay mucho más.
Una creación del tiempo
El Duomo, nombre con el que se a la Catedral de Santa Marta di Fiore, no es sólo obra de un arquitecto, sino también de la historia y el tiempo. En f1982, Fue declarada, como parte del Centro Histórico de Florencia, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Erigida junto a la iglesia de Santa Reparata que data del siglo VII y cuyos restos pueden verse en la cripta, sus más de 110 metros de altura exterior (en su punto más alto) reflejan perfectamente el estilo gótico del tiempo en que inició su construcción, en el siglo XIII, bajo la dirección del arquitecto florentino Arnolfo di Cambio.
Otros detalles fueron añadidos no al edificio pero sí al perímetro que forma parte del conjunto arquitectónico, entre los que destaca el campanario que diseñó el arquitecto, escultor, muralista y pintor Giotto di Bondone, a quien se considera uno de los precursores del Renacimiento.
En el XV se le añadió un domo diseñado por Filippo Brunelleschi, que domina el exterior y le otorga el nombre por el que es conocida. Dos largos siglos transcurrieron hasta que el Duomo alcanzó su estado actual, quizá por eso la ciudad decidió honrar a sus creadores con una escultura suya colocadas frente a la fachada, del lado derecho, para admirar su obra por otros cuantos siglos más.
Sin embargo, la fachada fue retocada (y de alguna manera, completada) en el siglo XIX del modo en que luce actualmente, con un afortunado resultado final (en particular para los bustos de di Cambio y Brunelleschi, que debieron atestiguarlo).
Simbolismos y detalles asombrosos
Si bien los muros interiores del Duomo son bastante austeros en términos de color e imágenes religiosas, no así sus pisos, celebrados mosaicos cuya geometría y composición perfecta amerita largas horas con la cabeza inclinada hacia abajo.
Sobre los muros del lado izquierdo se encuentran tres grandes pinturas al fresco, de entre las que destaca la de una vista de Florencia vista en 1465 por un hipotético Dante Alighieri (para entonces el autor de La divina comedia había muerto ya casi un siglo antes y exiliado), obra de Domenico di Michelino.
Entre los detalles más llamativos se encuentra el enorme reloj litúrgico de una sola aguja y que al día de hoy es uno de los pocos en el mundo creados en ese tiempo que siguen funcionando. También es impresionante el hecho de que cuenta con 44 vitrales de enormes dimensiones, que retratan distintos pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento.
Si bien las paredes no hacen un alarde decorativo, el viajero curioso quedaría asombrado al conocer la cantidad de elementos creados por algunos de los artistas del renacimiento italiano más importantes de su época, como las puertas de la sacristía, cuyos diez paneles de bronce fueron obra del ceramista y escultor Luca Della Robbia.
Sería imposible cuantificar el valor de esta catedral ya que en ella, más allá de la belleza, la nobleza de los materiales como el mármol de Carrara (por mencionar uno solo) y el estado perfecto en que se la ha conservado, se albergan obras y diseños de artistas como Donatello y Paolo Uccello, entre otros maestros renacentistas.