Hay quienes viajan a Francia por sus monumentos, historia y romanticismo, pero también están quienes visitan este país para saciar sus sentidos.
Croissants, mejillones, sopa de cebolla, macarrones u hogazas de pan fresco son algunos de los tesoros gastronómicos que atraen a paladares de todos los rincones del mundo.
Para aquellos, la buena noticia es que la baguette entró a la lista de Patrimonios Inmateriales de la UNESCO, lo que significa que estará protegida y que podrá ser disfrutada por muchos años más.
El pasado 30 de noviembre, Francia celebró sus dos adiciones a los nuevos patrimonios declarados por la UNESCO. Uno fue la “fiesta del Oso en los Pirineos”, una celebración compartida con Andorra que marca el fin el invierno en la cordillera y se festeja con gente disfrazada de oso recorriendo los pueblos. La otra –que captó la atención de los sibaritas– fue la “artesanía y la cultura de la baguette (barra de pan)”.
Como el nombramiento lo indica, no es solo la pieza de pan la que fue reconocida, sino también la cultura que gira en torno a ella y la importancia que representa para la gastronomía francesa.
La explicación la tiene Audrey Azoulay, directora general de la UNESCO, quien comentó a France24 que la baguette “celebra el estilo de vida francés: la baguette es un ritual diario, un elemento estructural de la comida, sinónimo de compartir y de convivencia”.
¿Cuál es el secreto detrás de la baguette francesa?
Esta barra de pan de aproximadamente 65 cm de largo y corteza crujiente ha estado en la dieta de los franceses por más de cien años y, lejos de ser un alimento complejo, es más bien simple, pues se elabora únicamente con cuatro ingredientes: harina de trigo, levadura, sal y agua.
Su moldeado manual y horneado requieren más técnica, haciendo del panadero una pieza clave en el resultado de una baguette digna de reconocimiento mundial.
La baguette se convirtió en el pan francés por excelencia al término de la Segunda Guerra Mundial. La baguette llegó para revolucionar el consumo de pan, pues desbancó a las hogazas tradicionales.
Estas eran percibidas algo incómodas en tanto que eran demasiado grandes y pesadas y resultaba más complicado mantenerlas frescas. En cambio, la barra de pan brindó la posibilidad de comer pan recién horneado a lo largo del día, además de que tiene más costra crujiente que miga.
La enigmática historia de la baguette
Su origen es un tanto incierto, con varias teorías que aluden desde los tiempos de guerra a panaderos extranjeros.
Mientras unos argumentan que en tiempos de Napoleón –a principios del siglo XIX– los soldados necesitaban un pan de tal forma que fuera fácil de transportar, otros sostienen que a inicios de 1900, entre los obreros parisinos surgió una demanda por una pieza de pan que pudiera cortarse y repartirse sin la necesidad de un cuchillo.
La teoría menos apoyada sugiere que fue un panadero austriaco instalado en París quien introdujo la otrora revolucionaria forma del pan. ¿Cuál es la verdadera? Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero nos basta con que haya llegado para quedarse.
¿Dónde comer las mejores baguettes en París?
En el ecléctico distrito 15 de París, sobre la calle Cambrone número 88, la panadería Frédéric Comyn despide deliciosos aromas a pan. De sus hornos salen, frescos todos los días, decenas de los mejores ejemplares de baguette. Elaboradas por el maestro panadero Damien Dedun, estas barras de pan fueron galardonadas como las más exquisitas de la capital francesa en 2022.
Además de este establecimiento, los amantes del pan pueden visitar la anual Fête du Pain en París, la fiesta del pan que se celebra cada mes de mayo. Durante 12 días, una enorme carpa de panaderías pop-up alberga a panaderos artesanos venidos de toda Francia a hornear sus creaciones, dulces y saladas, y maravillar a locales y visitantes por igual.