En París caben los nuevos talentos de la cocina mundial y los restaurantes icónicos que inmortalizaron la gastronomía francesa, así como imponentes hoteles que podrían confundirse con palacios y opciones de hospedaje boutique, no menos lujosas.
Esta es una de esas ciudades a las que podemos volver una y otra vez sin cansarnos. Porque abrieron un nuevo restaurante, porque la escena del vino es efervescente o simplemente porque hospedarse en uno de sus hoteles clásicos siempre es un placer. Entre los emblemas irremplazables surgen ideas novedosas que la han coronado como una ciudad inagotable, con espacio para todo y para todos. Eso sí, la variedad puede resultar abrumadora, así que, ¿cómo elegir?
Una ciudad que crece alrededor de sus hoteles
En un intento por trasladar la experiencia parisina puertas adentro, han surgido algunos de los mejores hoteles del mundo. Aquí cambian las reglas de la hospitalidad: elevan el nivel de detalle, diseño y servicio para completar la experiencia del viajero que recién recorrió las calles de París. El lujo inverosímil de los palacios y jardines se vuelve tangible.
Clásicos como el Sofitel Le Scribe Paris Opéra o Le Meurice llevan siglos manteniendo los estándares de excelencia que caracterizan la hotelería en la ciudad. Los huéspedes gozan de una atención tan personalizada que por momentos pareciera que no comparten los enormes palacetes con otros cientos de suites. Hay casos como el Prince de Galles, donde la increíble estructura art déco se vuelve protagonista. Otros íconos, como el Royal Monceau o Le Bristol, además tienen cocinas de clase mundial, lideradas por reconocidos chefs, como Roberto Rispoli o Eric Frechon.
Por otro lado, algunos de los viejos conocidos de la ciudad han tenido que someterse a intensas renovaciones para encontrar su segundo aire y mantenerse a la altura. En 2017, el Park Hyatt tuvo una necesaria actualización, enfocada en añadir tecnología para tener aún más comodidad, pero conservando los rasgos de diseño que lo hacen uno de los favoritos de París. El hotel Lutetia, un ícono en Saint-Germain-des-Prés, pasó por sus propias remodelaciones, invirtiendo más de 200 millones de euros y cuatro años para agregar toques modernos a su clásica estructura art nouveau.
Claro que el panorama también se ha llenado de nuevas opciones que le dan un impulso de frescura a la Ciudad Luz, con las últimas tendencias de la industria. Hoteles como So/Paris, Cheval Blanc o el Saint James abrieron sus puertas justo después de la pandemia para renovar la escena hotelera de París con opciones boutique a la medida de los nuevos viajeros. Al impulso de estas novedades también se suma Le Grand Mazarin, la primera apertura en la ciudad del grupo Maisons Pariente, que empezará a recibir huéspedes en junio de este año.
Un destino culinario que no se va a ningún lado
Con el surgimiento de nuevas e inesperadas potencias gastronómicas podría parecer que la cocina francesa, que tradicionalmente ocupó los lugares de mayor prestigio en todo el mundo, ha ido perdiendo su impulso histórico. Habrá a quien incluso le sonará anacrónico, comparado con otros destinos, pero sería un error perder de vista a París como el centro de innovación culinaria que nunca ha dejado de ser.
Los cimientos de esta tradición creativa se pueden rastrear hasta los grandes emblemas parisinos. Restaurantes como Le Train Bleu, que a menudo es descrito como el más bonito de la ciudad, o La Tour d’Argent, donde se inventó el famoso pato prensado y que tiene una de las cartas de vino más extensas del mundo (cerca de 300,000 etiquetas), todavía son los grandes favoritos, aun después de siglos de operación.
París siempre se ha distinguido por ser una prolífica capital de la alta cocina. En la actualidad, una abrumadora cantidad de 160 estrellas Michelin se distribuyen por toda la ciudad, incluyendo nueve restaurantes con la triple distinción. Entre las opciones con reconocimiento internacional destacan lugares como Alleno Paris au Pavillon Ledoyen y Plénitude, que le dan un giro preciso a la cocina tradicional francesa, o Arpège, que creó un menú exclusivamente con vegetales.
Justamente, estos grandes clásicos, los contemporáneos y los históricos, han ido encontrándose con talentos frescos que le están cambiando la cara a una escena en la cual se habían descartado las sorpresas. El terreno siempre fértil de la gastronomía parisina brilla por algunas de sus novedades más destacadas, como la cocina moderna de Tom Meyer, en Granite, o Auguste, donde el chef Gaël Orieux experimenta con platillos clásicos.
Además, el impulso contemporáneo ha traído consigo un ambiente relajado e informal, quizá no tan común en la ciudad hasta hace poco, donde la escena gastronómica puede transcurrir sin demasiadas pretensiones, pero manteniendo un estándar. Ya no hay que ir a los grandes restaurantes para disfrutar una buena comida en París, ahora basta con una cena en alguna brasserie moderna, como Le 52, que ha tomado fama en el corazón de Saint-Denis, o Le Servan, que tiene una cuidadosa obsesión por la mejor preparación del pato.
Hay que ir a esta nueva versión del restaurante parisino para encontrar a los próximos grandes de la cocina francesa. No por romper con las convenciones y crear ambientes más amenos significa que no haya buenos chefs emergiendo detrás de estos proyectos. Es el caso de Matthias Marc y Bertrand Grébaut, que lideran Substance y Septime, respectivamente. Ambos saben lo que es estar en una cocina tradicional, pero han decidido cambiar la forma en que trabajan, quedándose sólo con lo mejor de lo que les impusieron las costumbres y abriendo espacios más relajados.
Empezar a primera hora, terminar de noche
Si hay algo por lo que se distinguen las calles de París, es por la característica vida de sus banquetas. Ahí, entre pequeñas mesas y terrazas improvisadas, se ha forjado la sociedad parisina moderna. El café, no como bebida, sino como un ritual para reunirse, se inventó en locales icónicos de la ciudad, vecinos puerta con puerta de bares donde el buen vino fluye, es accesible y muy diverso. La experiencia empieza por la mañana, con un buen pain au chocolat, y termina en la noche, con un trago en una pequeña e íntima barra.
Aunque el café en sí puede ser un pretexto, hay que visitar alguna de las sucursales del Breizh Café para conseguir una buena taza por la mañana. Si lo que buscas es pan, el lugar infalible es La Maison d’Isabelle, en Saint-Germain, donde tienes que pedir la especialidad: un croissant de mantequilla que incluso ha ganado premios. Para una experiencia de lujo en una de las panaderías más refinadas de París hay que visitar Le Comptoir en el Ritz, donde el chef repostero François Perret se divierte reinventando madeleines y macarons.
Por la noche, lo mejor es buscar lugar en alguno de los bares más auténticos de París. Una visita al Josephine, dentro del renovado hotel Lutetia, incluye un vistazo a las mejores épocas de la Ciudad Luz. Todo un ícono del art nouveau, naturalmente se convirtió en uno de los lugares de reunión para los intelectuales de la Generación Perdida que llegaron a París en los años veinte. Para algo más fresco y moderno hay que hacerse camino hasta Chambre Noire, un relajado bar que se especializa en vinos naturales, y en Saint-Denis, donde siempre podrás estar seguro de encontrar la experiencia más local, hay que ir a Chez Jeannette para una copa y una cena en un ambiente relajado.
Por compras, París no para
Una verdadera experiencia parisina no podría estar completa sin muchas y grandes bolsas de compras. Hay que aprovechar que en estas calles se reúnen varias de las boutiques más exclusivas del mundo, que muchos diseñadores y marcas han abierto aquí sus flagships y, sobre todo, que es la oportunidad perfecta para conocer a los nuevos grandes nombres de la industria.
La profunda tradición de la moda parisina surge, desde luego, en sus grandes almacenes. Los más importantes nombres del diseño han pasado por estos pasillos art déco, como una forma de validación histórica. Desde finales del siglo XIX, íconos como Galeries Lafayette, Printemps Haussmann o La Samaritaine han concentrado el último grito de la moda. Hoy, mucho tiempo después, aún son algunos de los mejores lugares para ir de compras en París.
También hay avenidas y zonas que tienen la fama de reunir algunas de las boutiques más modernas de la ciudad en un mismo lugar. Como si fuera un almacén al aire libre, en un recorrido por las calles adoquinadas de Le Marais puedes ir entrando y saliendo de tiendas de joyería artesanal, como Empreintes, de marcas locales de skin care, como Codage, o de tiendas concepto enfocadas en el diseño, como French Trotters o The Broken Arm.
Otra opción es recorrer a pie los dos kilómetros que mide la Rue Saint-Honoré, justo en el centro de París, para ir conociendo los nuevos productos de perfumerías o cosméticas indie y entrar a las flagships de marcas internacionales. Eso sí, el verdadero lujo se encuentra en el famoso “triángulo dorado”, delimitado por Montaigne, Champs-Elysées y George V.