Berlin ist arm, aber sexy (Berlín es pobre, pero sexy). La frase la acuñó el exalcalde Klaus Wowereit hace ya casi 20 años. Hoy, la capital quizá ya no sea tan pobre como entonces, aunque todavía es sexy e incomparable.
El final de la Segunda Guerra Mundial y del nazismo no significó el final de los tormentos para Berlín. La ciudad, arrasada por los bombardeos, se transformó en una pequeña isla en medio de la llamada República Democrática Alemana (DDR), que se repartieron soviéticos, británicos, franceses y estadounidenses. Las tensiones entre Oriente y Occidente –entre comunismo y capitalismo– no la dejaron en paz. De un día para otro, en agosto de 1961, con el objetivo de frenar la fuga de trabajadores calificados, los soviéticos levantaron el Berliner Mauer, el cual dividió la ciudad y separó a sus habitantes durante 28 años, hasta que un giro imprevisto de la historia derribó el muro, se terminó la Guerra Fría y llegó la reunificación de Alemania.
Las huellas de estos avatares históricos se hacen evidentes a cada paso cuando se visita Berlín y son las que le confieren su particular encanto. La ciudad está surcada por heridas que supo sanar con una interesante mezcla de arte y memoria. Sumada a su vocación alternativa y contracultural, a su forma de reinventarse y experimentar, Berlín se convirtió en la capital europea más singular.
Pobre, pero sexy: incluso hoy, cuando algunos indicadores económicos hablan de su prosperidad, queda claro que la capital se ha levantado de sus propias cenizas con su sex appeal intacto.
Día 1
Mañana
Aunque Berlín no tiene un único centro claro, por su misma historia de destrucción y división, la Brandenburger Tor (Puerta de Brandemburgo) puede ser un buen punto de inicio para descubrir la ciudad gracias a las cicatrices que le dejó la historia. El monumento, que fue seriamente dañado durante la Segunda Guerra Mundial, se reparó durante los años de la Guerra Fría, aunque tras la construcción del Muro, que pasaba justo por allí, quedó en una zona a la que sólo tenían acceso guardias fronterizos o invitados de la DDR.
Muy cerca se encuentra el Reichstag, sede del Bundestag (parlamento alemán), también protagonista de la historia de la ciudad, cuya moderna cúpula, diseñada por el arquitecto Norman Foster, recuerda la destrucción que sufrió el edificio y propone una solución innovadora, ecológica y sorprendente. La visita a la cúpula del Reichstag es indispensable y gratuita, pero por cuestiones de seguridad es necesario registrarse con antelación.
El recorrido puede seguir en el Tränenpalast (Palacio de las Lágrimas), la antigua estación de tren Friedrichstraße, convertida en un pequeño museo para recordar el paso fronterizo donde los berlineses del este despedían llorando a quienes, tras rigurosos controles, se marchaban en el tren de cercanías hacia el oeste para no regresar.
El siguiente hito de esta ruta es el Gedenkstätte Berliner Mauer (Memorial del Muro de Berlín), junto a la Bernauer Straße, donde hay un fragmento del muro, losas que recuerdan distintos intentos de fuga, un edificio desde el cual se puede ver una garita de vigilancia y la zona de seguridad que separaba las vallas.
Allí también hay que bajar a la estación del Metro Nordbahnhof, la más representativa de las Geisterbahnhöfe (estaciones fantasma) de los años del muro, clausuradas para que el servicio de transporte subterráneo pudiera funcionar sin comunicar ambas partes de la ciudad. Allí se puede ver una pequeña exposición sobre el tema.
Tarde
De regreso a la Puerta de Brandemburgo, ahora hay que poner rumbo hacia el Denkmal für die ermordeten Juden Europas (Monumento a los Judíos Asesinados en Europa). Los 2,711 bloques de concreto de distintos tamaños se convierten en una especie de laberinto inclinado que se recorre en silencio, para reflexionar sobre el imperativo de recordar la historia a fin de no repetirla.
Muy cerca se encuentra la Potsdamer Platz, un importante nudo de transporte y testigo de la historia de la ciudad. Allí se pueden ver más fragmentos del muro. De depósito de escombros, a causa de su total destrucción, la plaza pasó a ser el punto donde se encontraba el triángulo fronterizo entre los protectorados británico, soviético y estadounidense.
Tras la reunificación se emprendió su reconstrucción y grandes arquitectos de renombre internacional aportaron su creatividad para darle nueva vida (y grandes edificios) a esa céntrica zona. Allí se encuentra el interactivo Deutsches Spionage Museum (Museo Alemán del Espionaje). La “capital de los espías” durante la Guerra Fría tiene muchas cosas interesantes que decir sobre los agentes encubiertos, quienes se ocupaban del trasiego de información entre el este y el oeste.
La siguiente parada se puede hacer en la Baudenkmal Berliner Mauer (Topografía del Terror), ubicada en la antigua sede central de la Gestapo, policía secreta de los nazis, de la dirección de las SS y de la Oficina Central de Seguridad del Reich. Además de un fragmento del muro, hay una exposición que documenta la historia de las instituciones que organizaron el Holocausto.
En esta parte de la ciudad se encuentra también el famoso Checkpoint Charlie, protagonista de varias películas: un puesto de control fronterizo estadounidense que fue desmontado en 1990 y vuelto a montar como atracción turística en el año 2000. Allí mismo está ubicado el Mauermuseum (Museo del Muro).
Por último, a pocos minutos se levanta el Museo Judío de Berlín, un interesante y moderno edificio diseñado por el arquitecto Daniel Libeskind, cuya exposición recorre la historia de los judíos en Alemania.
Noche
Durante los años de la Guerra Fría, la situación geopolítica de Berlín Occidental, rodeada por territorios controlados por la DDR y destruida por la guerra, la hacía poco atractiva como lugar de residencia. Por ello no faltaban los incentivos gubernamentales para quienes aceptaran vivir allí (como eximir a los jóvenes de hacer el servicio militar), además de que las rentas eran económicas o simplemente se podía ser parte del movimiento okupa.
Había mucho espacio disponible para montar galerías de arte o hacer fiestas. Esto atrajo a jóvenes bohemios, con mentes creativas y ganas de innovar, quienes le dieron a la ciudad su peculiar acento cultural (o contracultural), que hasta hoy es su signo de identidad.
De modo que, para terminar un auténtico día berlinés lleno de historia, puede ser buena idea ir al mítico club SO36, en el barrio de Kreuzberg, que era frecuentado por Iggy Pop y David Bowie cuando vivían en la ciudad.
Día 2
Mañana
La mayoría de quienes visitan Berlín prácticamente dedican todo su tiempo a recorrer la zona tras el telón de acero y no alcanzan a conocer los atractivos de la parte occidental de Berlín. De modo que, para contradecir la tendencia, se puede poner rumbo hacia el Tiergarten, gran pulmón verde de la ciudad, donde se encuentra el Reichstag y la Siegessäule (Columna de la Victoria).
Curiosamente, este monumento que conmemora los triunfos bélicos prusianos no sufrió daños durante la Batalla de Berlín, que marcó el final de la Segunda Guerra Mundial, aunque los franceses tenían la intención de dinamitarlo.
Por suerte, la propuesta no prosperó gracias al desacuerdo de los otros Estados aliados, de modo que los franceses se limitaron a eliminar los bajorrelieves que aludían a su derrota en la guerra franco-prusiana contra el imperio de Napoleón III.
El recorrido puede seguir todavía más al oeste, hasta el Schloss Charlottenburg (Palacio de Charlottenburg) que, si bien fue gravemente dañado durante la Segunda Guerra Mundial, se reconstruyó por completo y se puede visitar, así como sus jardines.
Luego, para regresar al este de la ciudad por una vía diferente y muy agradable, es buena idea tomar un barco por el río Spree, que tiene su embarcadero muy cerca del palacio.
Tarde
De regreso en la parte este de Berlín hay que darse una vuelta por la imponente catedral, donde el ojo atento podrá encontrar las cicatrices de varios balazos que la alcanzaron durante las contiendas en la ciudad.
A continuación, del otro lado del río Spree, está el DDR Museum, cuyo eslogan es “Historia para tocar” y donde es posible hacerse una idea de cómo era la vida cotidiana en la Alemania comunista, visitar una casa modelo, subirse a un auto Trabant o descubrir cómo era irse de vacaciones.
Luego de la visita al museo, llega el momento de dirigirse a otro centro neurálgico de Berlín, la Alexanderplatz, la plaza más grande de Alemania, rediseñada en 1960 con un marcado estilo socialista que todavía se conserva.
Allí, la DDR levantó entre 1965 y 1969 la impresionante e icónica Fernsehturm (Torre de Televisión), de 368 metros de altura y que en su momento fue un símbolo de la solidez del gobierno comunista; aunque tras la caída del muro hubo quienes pidieron que se destruyera, no sólo sobrevivió, sino que terminó convirtiéndose en un emblema de la Alemania reunificada.
En esta plaza se encuentra también el Weltzeituhr (Reloj Mundial) y hace unos años se descubrió en el subsuelo un gran búnker nazi.
Para ahondar en las peculiaridades que tenía la vida en la DDR hay que dar un paseo por el también emblemático bulevar Karl-Marx-Allee, donde se construyeron elegantes edificios de viviendas como parte de un gran proyecto de reconstrucción de la ciudad.
Muy cerca se encuentra, abandonado y vacío, el enorme edificio de la antigua Haus der Statistik(Administración Central de Estadísticas) de la DDR, sumamente importante en su época, dada la necesidad de planificación y control de la vida de los habitantes. Ha habido tantas controversias en torno a su reutilización que su futuro aún es un signo de interrogación.
Al fin, llega el momento de visitar el sitio que mejor simboliza la forma que encontraron los berlineses de sanar sus heridas con el arte: la East Side Gallery. El tramo más largo del muro que se ha preservado, con sus 1,316 metros, es una extensa galería de arte al aire libre, cubierta con murales que pintaron un centenar de artistas de 21 países, y que convoca sin falta a los millones de visitantes que llegan cada año a la sexy ciudad de Berlín.
Noche
Como bonus, para seguir explorando el Berlín-laboratorio creativo –donde surgieron movimientos como el kraut rock, el punk alemán y el techno–, la vida nocturna de la ciudad propone tres clubes muy famosos: Tresor, Berghain y Watergate.
Dónde comer
Da igual si se prueba una versión callejera o si se prefieren las interpretaciones más sofisticadas de los restaurantes prestigiosos, pero no se puede pasar por Berlín sin probar su bocado más típico, las currywurst. Las salchichas asadas a la parrilla, que se comen en un pan o directamente en el plato, también son un legado de la posguerra: embutidos alemanes, aderezados con cátsup estadounidense y el curry que aportaron los ingleses.
Wilhelm Hoeck: Ni el tiempo ni las guerras parecen haber pasado por este pub y restaurante de 1892, ubicado en el barrio de Charlottenburg, cerca de la Deutsche Oper Berlin (Ópera Alemana de Berlín). Además de cerveza, el lugar ofrece platillos de la cocina tradicional alemana.
Tiergartenquelle: Las schnitzel, el goulash, las albóndigas y las currywurst protagonizan la carta de este restaurante típicamente alemán, con una terraza muy solicitada en primavera y verano. Además, sus cervezas artesanales completan la experiencia. Como su nombre lo sugiere, se encuentra frente al Tiergarten.
Dónde dormir
The Mandala Hotel: Con su diseño minimalista y al mismo tiempo acogedor, se trata de una excelente opción para quienes privilegian la ubicación, ya que se encuentra en Potsdamer Platz, a pocos minutos caminando de la Puerta de Brandemburgo. Además, su restaurante Facil fue galardonado con dos estrellas Michelin, algo que no pasará inadvertido para aquellos que van siempre en busca de experiencias gastronómicas excepcionales.
SO/ Berlin Das Stue: Un diseño atrevido, donde el arte es el centro de la inspiración y las habitaciones fueron concebidas para celebrar, reflexionar y contemplar, con vistas al Tiergarten o al Zoológico de Berlín. El restaurante The Casual cuenta con una original terraza, donde se antoja pasar el tiempo en buena compañía. Por su parte, el Stue Bar suele ofrecer música en vivo.