Karine y Jacques atienden personalmente su pequeña boutique, en pleno Plateau de Montreal, dedicada exclusivamente al chocolate. Venden cientos de tabletas de todo el mundo, con la única condición de que se trate de un producto artesanal, nada de marcas conocidas ni industrializadas.
Los estantes de madera parecen la versión dulcera de una librería de viajes: de Uganda a Granada haciendo una escala en Brasil, otra en México y siguiendo hasta Vietnam. Cada empaque, como lo que guarda adentro, es singular.
La tarde que me asomo tienen a un invitado especial, se trata de Dany Marquis, un apasionado del chocolate que hace unos años, y después de haber montado un pequeño negocio de café, decidió aprender a hacer chocolate de manera artesanal.
Por casi dos horas, Dany entretiene a la audiencia, todos son locales menos yo —tengo que hacer un gran esfuerzo para concentrarme y poder seguirle la conversación en su particular francés québécois— platicándonos sobre su compañía, Chaleur B, y sobre lo complicado que fue empezar.
Cuando termina la plática, nos disponemos a elegir alguna delicia para llevar a casa. Jacques me recomienda una barra de Askinosie que lleva regaliz sueco. Yo elijo también una de las tabletas de Dany, la de cacao de Uganda.
Tal vez lo más increíble es lo diferente de cada una: la acidez, los perfumes… es, sin duda, un universo que nada tiene que ver con los chocolates que compramos en cualquier duty free. De vuelta a la oficina abrimos todos para hacer la foto, y nos volvemos locos. Sin temor a equivocarme, es el mejor souvenir que he traído en años.
La Tablette de miss choco, 838 Avenue du Mont-Royal Est, Montréal, T. +1 514 394 1958, latablette.ca
