Faltan apenas 30 minutos para la medianoche y apenas se está iluminando lentamente la plaza de hierbas y plantas Samper Mendoza, en el barrio Mártires de Bogotá. Huele a monte fresco, a ruda, cidrón, cilantro y un sinfín de hierbas aromáticas. La suerte, la salud y el amor tienen en estas hojas fuertes aliados, capaces de alejar relaciones tóxicas, curar una tos terca y traer nuevos vientos con buenas fortunas. Este mercado de Bogotá es único por su carácter nocturno y especializado, y por evidenciar saberes milenarios que creen en el poder de la naturaleza. No hay otro igual en toda Latinoamérica.
La gente se acomoda al lado de bultos y atados de hierbas, unos con un café en la mano, mientras que algunos se tiran la suerte en un juego de dados en medio de gritos de júbilo y otros dormitan bajo sus sombreros, esperando el movimiento comercial que está por comenzar. El origen de este hermoso mercado, tranquilo y organizado, en el que se siente la buena energía, se remonta a principios de siglo XX. Los comerciantes de hierbas fueron trasladados y desplazados constantemente, lo que hizo que se volviera un mercado itinerante. No fue sino hasta 1980 que se estableció en su lugar actual. Visitarlo es aprender sobre los distintos usos de hierbas como el laurel de la cruz, que sirve para hacer sahumerios o adobar carnes; el guanábano, para la diabetes y el cáncer; el abrecaminos, para baños de prosperidad; las hojas de chisguas, para envolver quesos o tamales; la bretónica, para limpiezas energéticas de autos y negocios; el arrayán, para aliviar el dolor de muela o la migraña, o el borrachero, para hacer hechizos y atraer las buenas energías. Cuentan con alrededor de 390 especies y quien goce con la visita de los mercados no debe perderse éste. (Se puede visitar por cuenta propia, pero es mejor hacerlo con quienes se ocupan de las plazas distritales de mercado).
Un recorrido por La Candelaria, en el Centro Histórico de Bogotá, puede comenzar en la plaza distrital de mercado La Concordia, recuperada hace poco en un esfuerzo de la alcaldía por organizar las plazas de mercado de la capital. Aquí, además de frutas, vegetales y platos preparados típicos se encuentra un singular emprendimiento, Late Chocó, la tienda de chocolates artesanales que trabaja con familias víctimas del conflicto armado en el departamento del Chocó, en el Pacífico colombiano. El cacao viene de ahí y es transformado en barras de todos los porcentajes, con mezclas de especias y frutas, bombones, salsas, nibs, entre otros, y que se convierten en souvenirs comestibles porque, además de que el contenido es de calidad, los empaques son muy atractivos.
De ahí se puede ir caminando hacia el Museo del Banco de la República, que siempre tiene exposiciones interesantes de arte moderno y contemporáneo, contiguo al Museo Botero, con una colección importante de pinturas y esculturas de uno de los artistas plásticos colombianos más reconocidos internacionalmente. A pocos pasos se encuentra el restaurante Prudencia, al cual tuvo hace poco un cambio en su estructura y es uno de los pasos obligados por el centro. Sólo está abierto para la comida y cuenta con un menú fijo con opciones vegetarianas. Mario Rosero y su esposa Meghan han creado un microcosmos en este hermoso espacio, diseñado por Simón Vélez, el arquitecto que trabaja el bambú. Rosero diseñó sus propias parrillas Hestia, en las que cocina vegetales y carnes por niveles. Su menú es una muestra de los procesos artesanales culinarios que llevan tiempo y dedicación, al crear distintas capas de sabor. La hospitalidad es cercana y cálida, y la experiencia en Prudencia es memorable.
El Centro Histórico está lleno de sorpresas, como la iglesia-museo de Santa Clara. Es única porque es de los pocos ejemplos que se conservan de la época colonial que perteneció a un convento, el de las monjas clarisas, y su interior está decorado con un estilo barroco, con una bóveda cargada con miles de objetos recubiertos de laminilla de oro y pinturas desplegadas en todas las paredes. Hay que sentarse en una de las bancas para poder apreciar todo con calma. A menos de 10 minutos a pie se encuentra Fragmentos, un espacio de arte y memoria intervenido por Doris Salcedo, una de las artistas contemporáneas colombianas más respetadas y relevantes.
En Colombia hubo un acuerdo de paz firmado entre el gobierno y la guerrilla de las FARC en 2016. Como parte del acuerdo se concertó construir un monumento con el armamento que entregaron los milicianos de esta guerrilla. En el piso de este espacio están fundidas 37 toneladas de estas armas. Salcedo invitó a varias mujeres, víctimas de violencia sexual por el conflicto, a que martillaran el metal; además de sentir una energía poderosa al caminar por un piso tan cargado de significado, también hay un video que cuenta la historia de estas mujeres, que en cada martillazo liberaban algo de su dolor y de sus heridas. Es un antimonumento para atisbar parte de un conflicto armado que ha recorrido varios años de la historia colombiana. Para despejar ese tema doloroso pero vital, el Jardín Botánico alberga el Tropicario, un circuito de invernaderos que da cuenta de la riqueza de los ecosistemas en Colombia. Uno de los más interesantes es el del Superpáramo, pues hay pocos países que tienen esta colección de plantas que crecen entre 4 000 y 4 500 metros sobre el nivel del mar. Colombia alberga 70% de los páramos en el mundo. También se recorre el bosque húmedo tropical típico de la Amazonía y el Chocó, así como el bosque seco tropical, cuya flora es la más amenazada del país.
Para los amantes de la bebida colombiana por excelencia, Café San Alberto, uno de los más premiados del país, tiene una tienda completísima en el centro, al lado del Museo del Oro. Ahí no sólo es posible comprar bebidas o bolsas de granos, sino tomar algunas de sus catas experienciales, como la molecular, o un bautizo cafetero, que habrá que reservar con algo de antelación.Para descubrir algo del diseño colombiano, la calle de los anticuarios –es decir, la 79 b, entre la 9 y la 7– alberga distintos almacenes que dan cuenta tanto de la moda como de los objetos para la casa hechos en el país. Ahí se encuentra la boutique de la diseñadora Julieta Suárez, donde también están las prendas de Laura Laurens y de la marca Papel de Punto, la tienda de Pepa Pombo, el local de diseño Folies o el taller textil Hechizoo, de Jorge Lizarazo, que son algunos de los sitios más recomendados. A tan sólo un par de cuadras de esta zona se encuentra el Hotel Four Seasons Casa Medina, una de las mejores opciones para hospedarse por su ubicación central y su carácter bogotano, con su fachada de ladrillo, el uso de la piedra, los techos con vigas de madera y habitaciones con acogedoras chimeneas. La edificación, construida en 1946 por el arquitecto Santiago Medina Mejía, fue catalogada en 1984 como patrimonio arquitectónico y el sello de la cadena canadiense garantiza una hospitalidad de lujo.