Lo primero que me llamó la atención fue la fachada azul cielo que resaltaba en una esquina gris del barrio emergente de Salesas. Pero lo que realmente me hizo entrar a Mott —una tiendita de ropa escondida en la calle de Barquillo—, lo que me atrajo como imán, fue el escaparate. Esos zapatos y ese vestido que se veían tan bien juntos. Todo tan bien presentado, tan simple, y con piezas que, de inmediato, quería tener en mi clóset. Después de varias horas entrando y saliendo de tiendas de cadena y boutiques de segunda mano, donde la mayoría de la ropa se encuentra en desorden, encontrarse con el escaparate de esta tienda me resultó un alivio, una bocanada de aire fresco.
Una vez adentro, el espacio es limpio, con muebles vintage, bien iluminado, de look afrancesado. Mott se encarga de seleccionar y llevar a este rincón madrileño distintas marcas españolas, francesas, inglesas. Sólo hay una o dos piezas de cada prenda, y están escogidas personalmente por la dueña. La ropa está colgada a los lados y en el centro, sobre una mesa, como si se tratara de una instalación, hay botines, collares y bolsos. Vende accesorios de la colección privada de la tienda, zapatos (¡qué zapatos!), ropa, bolsos hechos a mano e incluso papelería. Después de la primera impresión descubrí que Mott, como si se tratara de una casa, se va abriendo en distintas habitaciones, cada una con una colección distinta. Las líneas de las prendas son sencillas y los cortes clásicos. Los precios son bastante razonables, sobre todo teniendo en cuenta la calidad de la ropa. Imposible salir con las manos vacías.
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Calle Barquillo 31, Madrid