Un día caluroso de verano en 1944, Waldemar Julsrud, inmigrante y comerciante alemán, así como arqueólogo aficionado, paseaba por las colinas cerca de las afueras de Acámbaro, en el estado de Guanajuato, cuando tropezó con una figura a medio enterrar. Los descubrimientos de vestigios prehispánicos no eran del todo raros en aquella zona, que había sido un importante centro ceremonial y comercial de la antigua cultura chupícuaro, que data de alrededor del 500 aC al 200 dC. Julsrud extrajo el artefacto y se dio cuenta de que no se trataba del típico fragmento de cerámica colorida con patrones geométricos que se encontraban allí. Para su sorpresa, era una figura humana de arcilla, montada en lo que parecía ser un dinosaurio. Así es: un dinosaurio.
Un descubrimiento insólito
Tras este extraño hallazgo, Julsrud decidió hacer una excavación informal, con la ayuda de una familia de agricultores locales.Recuperaron alrededor de 37,000 objetos, cada uno más escandaloso que el otro: un variopinto grupo de criaturas prehistóricas, ídolos, utensilios, figuras humanoides con rasgos egipcios, africanos o indios, complejas composiciones arquitectónicas, dragones, extraterrestres y monstruos. El descubrimiento tuvo cobertura en la prensa sensacionalista, pero generó poco interés de las instituciones formales y los arqueólogos. En 1947, Julsrud decidió publicar sus hallazgos en un panfleto titulado Enigmas del pasado, y continuó defendiendo y divulgando sus dudosos tesoros. Años más tarde, consiguió publicar una nota extensa en el Los Angeles Times, que llamó la atención de excéntricos, expertos y escépticos.
La controversia de las figuras de Acámbaro
Las figuras de barro de Julsrud generaron mucha controversia y posturas encontradas, como la del antropólogo Charles Di Peso, un especialista en cerámica de antigua que viajó de Arizona a Acámbaro y fue el primero en declarar oficialmente que el hallazgo de Julsrud era un engaño, o la del historiador Charles Hapgood, un fiel creyente en Julsrud quien, con el apoyo del inventor, cosmólogo, filósofo del proceso y filántropo Arthur M.Young, organizó la primera exposición de las figurillas de Acámbaro en el Museo de la Universidad de Pensilvania bajo el título “¿Arte auténtico o de historieta?” en el invierno de 1955. El debate en torno a las figuras continuó hasta bien entrada la década de los 1990, cuando un grupo de creacionistas fundó el Museo Waldemar Julsrud en Acámbaro, que aún exhibe la colección y defiende su autenticidad hasta el día de hoy.