1. Mercado del Puerto
Si hay en Montevideo un templo de la “uruguayosidad”, ése es el Mercado del Puerto, que funciona desde 1868 en un galpón con estructura de hierro traída de Liverpool. Surgió como mercado de abasto para los buques que recalaban en la bahía montevideana, pero desde hace décadas es un animadísimo complejo gastronómico con más de una docena de pequeños restaurantes especializados en carne vacuna, pescados y mariscos a la parrilla. El mejor momento del Mercado del Puerto es el sábado a partir del mediodía, cuando empiezan a concentrarse aromas, música, trovadores, personajes variopintos y viajeros. El murmullo, las risas, los tintineos de botellas, las intervenciones de guitarreros y la confianza entre mozos y clientela van in crescendo hasta terminar en algo muy parecido a una fiesta, a eso de las 4 de la tarde, con candombe y batucada incluidos. Se recomienda comenzar por el principio: acodarse en la barra de Roldós, que está en el mismo lugar desde 1886 y, desde entonces, sirve el invento que lo hizo célebre, el Medio y Medio. Es un ritual: arrancar con una copa de esta bebida mitad vino blanco seco, mitad espumoso, para luego desfilar por los pasillos empedrados y elegir entre las parrillas a la vista. En El Palenque −una de las favoritas de los extranjeros− preparan pulpo a feiraay pintxos memorables. A la salida, artistas plásticos exponen y venden óleos, grabados y dibujos alegóricos de este recinto de auténtica cultura uruguaya.
2. Teatro Solís
Otro sitio imprescindible para desentrañar la idiosincrasia montevideana es el Teatro Solís, sala emblemática de Uruguay y testigo de los avatares de la historia del país. Fue proyectado como coliseo, en 1830, por una burguesía apremiada por erigir sus símbolos en una Montevideo de 40 mil habitantes. Pero tuvo que esperar hasta 1852, el final de una guerra civil que duró 22 años, para comenzar a tomar forma concreta. El teatro de fachada neoclásica −similar a la sala Carlo Felice, de Génova− fue inaugurado el 25 de agosto de 1856 con la ópera de Verdi,Ernani. En su escenario cantó Caruso y bailaron Isadora Duncan y Vaslav Nijinski. De gestión privada hasta 1937, cuando pasó a manos de la Intendencia de Montevideo, el teatro recién empezó a ser valorado como pieza clave del patrimonio histórico urbano en 1995. Lo cerraron tras un incendio en 1998; al año siguiente comenzó la obra de reconstrucción que tomó nueve años. La parte central se mantuvo y fue cuidadosamente restaurada. En el hall principal se conservaron las columnas de mármol de Carrara y una araña de Birmingham con cristales de Baccarat de 1909. El Solís es un teatro de lujo al que hoy tienen acceso todos los ciudadanos. Hay dos elencos residentes: la Filarmónica de Montevideo y la Comedia Nacional. Este año, su programación de espectáculos brilló más que nunca por ser Montevideo, por segunda vez, Capital Iberoamericana de la Cultura. Las visitas guiadas son muy recomendables. Al igual que las meriendas en Café Allegro, ubicado en el ala derecha del teatro.
3. La Ciudad Vieja
El casco antiguo, protegido en el siglo xviii por murallones de piedra, es un muestrario concentrado de las corrientes arquitectónicas que vistieron la ciudad en las distintas épocas. En edificios públicos, bancos y comercios están presentes el estilo colonial español, las primeras manifestaciones del neoclasicismo, el neogótico y la arquitectura moderna. Hay obras terminadas y otras en marcha, gracias al Programa de Revitalización Ciudad Vieja, que está en plan de revitalizar cientos de edificios de alto valor patrimonial.
El barrio rebosa vida cualquier día de la semana. Un buen punto de partida para recorrerlo es la Puerta de la Ciudadela, en un extremo de la céntrica Plaza Independencia. Allí nace la peatonal Sarandí, con tiendas de ropa, restaurantes, galerías de arte y barecitos. Un sitio para detenerse: en Sarandí 675, al lado del Museo Torres García, está la librería Más Puro Verso, que abrió en 2008 y ocupa la planta baja y el primer piso de un espectacular edificio de 1917 que albergaba una óptica. Son de museo su escalinata de mármol, el enorme vitral y su ascensor, el más antiguo de la ciudad. En el primer piso hay un restaurante con menú para el almuerzo. Otras perlitas del casco antiguo: el multiespacio La Pasionaria; el local de slow fashionEde la diseñadora Ana Livni, la íntima Plaza
Zabala y los edificios del Banco República y de la Bolsa de Comercio.
4. Tres museos
El museo más nuevo de la ciudad era una asignatura pendiente. La obra de Pedro Figari (1868-1931), un multifacético uruguayo quien fuera pintor, periodista, abogado, filósofo y poeta, sólo podía apreciarse en los museos Histórico Nacional y Nacional de Bellas Artes. Desde 2010 cuenta con sala propia en la Ciudad Vieja. El Museo Figari exhibe más de una veintena de sus pinturas, muchas de ellas con coloridas escenas del Montevideo colonial. También en la Ciudad Vieja, sobre la peatonal Sarandí, hay otro museo imperdible: Torres García, dedicado a la prolífica obra del maestro uruguayo del constructivismo, que se formó en Barcelona y murió en Nueva York a los 47 años. Muy cerca, frente a la Plaza Matriz está el Museo Gurvich, con impactantes obras del lituano José Gurvich, discípulo de Joaquín Torres García.
5. El chivito uruguayo
Como los tacos, como los acarajés bahianos, como las arepas venezolanas, como el Cchoripánc argentino, el chivito uruguayo funciona como emblema nacional. Se trata de un contundente sándwich de carne de lomo, con distintos ingredientes contenidos –por lo general– entre dos panes tipo tortuga tostados a la plancha. El rey de los sándwiches, tal como lo define Anthony Bourdain, surgió en los años 40 y, como casi siempre ocurre, fue de casualidad. Un tal Antonio Carbonaro, propietario del restaurante El Mejillón de Punta del Este, se vió forzado a improvisar, ante el pedido complicado de una clienta obsesionada con un emparedado de chivito, carne que Carbonaro no trabajaba. Para no defraudarla, untó con mantequilla dos panes tostados y les intercaló jamón y un bifecito de lomo. “Acá tiene su chivito” fue la frase fundacional de esta costumbre gastronómica. Hay muchas variedades: el tradicional lleva, además de carne de lomo, lechuga, tomate, huevo duro, queso mozzarella, morrón, panceta, aceitunas y mayonesa. Y viene con papas fritas. Hay varios sitios para comer auténticos chivitos: Chivitería Marcos (Herrera esquina 26 de Marzo); Santorini (8 de octubre y L. Forteza), Jure (Julio César 1396, Pocitos), La Papoñita (18 de julio 1649 esquina Minas) y cualquier sucursal de La Pasiva (la más conocida está en 18 de Julio y Egido). Para una versión más gourmet, hay que ir al nuevo Chivipizza (Joaquín Nuñez 2855, Punta Carretas).
6. Ciudad con vista al mar: la rambla
Los montevideanos lo llaman mar, con justa razón: el agua nace en el horizonte y llega en forma de pequeñas olas a las limpias playas de arena clara. Pero no es mar, es el Río de la Plata, integrado a la vista y la vida diarias de los locales a través de una rambla de 30 kilómetros de largo que abraza la ciudad de punta a punta. La costanera se puede cubrir a pie sin interrupciones, de principio a fin: desde el puerto hasta el arroyo Carrasco, en las afueras de la ciudad. En su recorrido cambia de nombre y de fisonomía: hay sectores verdes con canchas deportivas; rincones rocosos; un faro (el de Punta Carretas); playas amplias (como la de Pocitos y la de Carrasco); un puertito (Buceo) y bellas construcciones, como el Museo Naval. Frente a playa Ramírez se divisa el Parque Rodó, de 43 hectáreas, con la silueta vintage de su antiguo parque de diversiones. Al pasar la avenida Artigas comienza la línea de los edificios más distinguidos de la ciudad. Siempre hay actividad en la rambla: caminantes de todas las edades, familias en bicicletas, corredores. El viento invernal desanima a algunos; son la primavera y el verano las mejores épocas para apropiarse de la rambla y su mar.
7. Bares con historia
Integrantes fundamentales de la geografía y la cultura urbanas, los bares más antiguos de Montevideo buscan recuperar el clima de tertulia, debate y larga conversación que supieron instaurar escritores, políticos, músicos e intelectuales de distintas épocas. Muchos mediodías se ve al escritor Eduardo Galeano sentado junto a la mesita de la ventana del Café Brasilero, en la Ciudad Vieja. Abierto en 1877, el Brasilero es el café más antiguo de la ciudad. Preserva la fachada, las sillas italianas y la ambientación originales. Otro bar notable es el Fun Fun, que Augusto López abrió en 1895. Aún conserva el mostrador de estaño en el que en 1933 se acodó Carlos Gardel para cantar algo a capella. Y el bisnieto del fundador continúa sirviendo “uvita”, una mezcla secretísima de vino y oporto que creó don Augusto. Las Misiones, con su fachada totalmente recubierta por mayólicas color verde en la inconfundible esquina de 25 de Mayo y Misiones, en la Ciudad Vieja, es una parada importante también. Hay una veintena de bares históricos. Están relevados en un programa de revalorización llevado a cabo por la Intendencia de la ciudad. Algunos son: Roldós (Mercado del Puerto); Bacacay (Bacacay 1310); Rondeau (Rondeau 2451); Almacén El Hacha (Buenos Aires 202); Montevideo Sur (Paraguay 1150) y Tasende (Ciudadela 1300).
8. Hotel Cervantes y Barrio de las Artes
La recuperación del antiguo Hotel Cervantes, a fines de 2011, fue una de las primeras concreciones del Barrio de las Artes, proyecto en pleno centro de Montevideo. El Cervantes, un edificio de 1927 de estilo italiano florentino, fue un ícono de la ciudad en los años 30, frecuentado por Carlos Gardel, Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, quien escribió el cuento La puerta condenadaî en referencia a una de las habitaciones. En diciembre de 2011 la cadena hotelera Fën lo recuperó para convertirlo en el hotel boutique Esplendor. El edificio de seis pisos es Monumento Histórico Nacional, por lo que conserva la entrada original y otros detalles, como la escalera de mármol y yeserías que recrean la figura del creador de El Quijote. También está intacta la boletería del viejo Teatro Cervantes, vecino al hotel. Con los cercanos –y también recuperados– Teatro Solís y Sala Verdi, el Esplendor impulsó el proyecto oficial Barrio de las Artes, que pretende reconvertir un área algo abandonada, la calle Soriano y sus alrededores, –a pocos pasos de la Ciudad Vieja– en polo cultural y comercial, con librerías, bares, centros culturales y tiendas de diseño. Además del Hotel Cervantes, el Teatro Solís y la Sala Verdi, ya funcionan en el barrio la Cámara de Diseño del Uruguay, varios bares nocturnos (Fun Fun, Café La Diaria, La Ronda, Bar 36 y Bodeguita del Sur), dos centros culturales (Pablo Casacuberta y Casa Tatú) y el complejo creativo La Pasionaria (una casa antigua con restaurante, tienda de regalos, galería de arte, librería y estudio de diseño).
9. Hotel Carrasco
La novedad más ansiada de la ciudad es la reciente reapertura, en el pasado mes de marzo, del Hotel Casino Carrasco, un Patrimonio Histórico Nacional que estaba en estado de abandono frente al “mar” desde 1997. Inaugurado en 1921, tras nueve años de obra dirigida por el suizo Jacques Dunant y el francés Gastón Mallet, el hotel palaciego fue, por varias décadas, la meca del veraneo de la aristocracia rioplatense. Por sus salones con columnas de mármol y maravillosos vitrales, paseó el célebre físico alemán Albert Einstein en 1925. Federico García Lorca fue huésped: en el verano de 1934 se alojó 18 noches en el hotel. En 2010 comenzó la monumental obra de reconstrucción que necesitó más de 75 millones de dólares. La idea fue la de recuperar la construcción tal como fue concebida en 1912 por los arquitectos originales. El 7 de marzo de este año, el coloso abrió como Sofitel Montevideo Casino Carrasco & Spa. “Bonjour”, saludan en la recepción y una, mirando el Lmar, hasta puede pensar que se encuentra en Niza.
10. La mejor vista al atardecer: Plaza Virgilio
Plaza de la Armada, Plaza Virgilio, Plaza de los Besos, Plaza del bar Hemingway: cada uno llama como quiere este apacible parque que ocupa una amplia punta de la costa, en el centro de Punta Gorda. Los que ya saben, vienen siempre a la misma hora: recostada contra el mar, la plaza con barrancas ofrece la mejor vista de la puesta de sol sobre el skyline montevideano. Una obra abstracta de Eduardo Díaz Yepes, escultor hispanouruguayo, recrea a un hombre que muere aferrado a su nave. En Pablo Podestá 1421 está la casa que Gardel compró poco antes de morir y hoy ocupa el centro público de rehabilitación para personas con capacidades diferentes de Uruguay.
11. Carnaval
Es la mayor fiesta popular de la ciudad y, dicen, el carnaval más largo del mundo. Comienza a mediados de enero y se extiende por 40 días con buena música en todos los barrios. La confección de trajes, armado de escenografías y ensayos de coreografías empieza varios meses antes, e involucra a media ciudad. En realidad, son como dos carnavales en uno: están las murgas (agrupaciones de origen español, con músicas con letras sarcásticas sobre la política y la actualidad) y los grupos de candombe (de raíces africanas, que realizan las Llamadas). El desfile inaugural se hace en la céntrica avenida 18 de Julio: allí marchan más de 40 agrupaciones de distintas categorías (murgas, sociedades de negros y lubolos, humoristas, revistas, parodistas) con sus reinas y princesas saludando desde los carros alegóricos. Los festejos siguen hasta principios de marzo con actuaciones en los tablados o escenarios al aire libre (fijos y móviles) y en el Anfiteatro de Verano, donde se realiza el Concurso Oficial de Agrupaciones de Carnaval. El otrocarnaval es a puro candombe: el primer jueves y viernes de febrero en los barrios Sur y Palermo, muy cerca del centro, unas 30 agrupaciones con 2 mil tamboriles (chico, repique y piano) evocan la manera de llamarse al encuentro que tenían los esclavos en la época de la colonia. Son las Llamadas, el mayor festejo de la cultura afrouruguaya. Para saber más, hay que visitar el Museo del Carnaval, con colección de máscaras, tambores, trajes y otros recuerdos.
12. Candombe en el Barrio Sur
A fines del siglo xviii, 35% de la población de Montevideo era descendiente de africanos: el puerto de la ciudad era la única vía de entrada de esclavos al Virreinato del Río de la Plata. En ese contexto nació el candombe (ritmo que se logra con tres tambores de distinto tamaño) en los barrios de los conventillos, como un claro intento de preservar las raíces africanas. En la actualidad, los afrouruguayos representan entre 6 y 9% de la población total. La mayoría vive en el barrio Sur, muy cerca del centro, donde nació y subsiste el ritmo africano. Uno de sus más antiguos habitantes es Lobo Núñez, percusionista y luthier de tambores, quien vive en la misma casa que sus abuelos adquirieron en 1837. Allí tiene el taller Power, donde junto a sus hijos fabrica de manera artesanal tambores del candombe que son buscados por músicos exigentes de todo el mundo. Núñez toca con Rubén Rada, principal referente del candombe afrouruguayo. Aunque este género está presente en las calles los días domingo y en los desfiles de Llamadas en época de Carnaval, no cuenta con una sala cerrada donde se pueda disfrutar todo el año. Lo merecería, ya que desde 2009 este ritmo que vino de África es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
13. Bar La Ronda
Reducto de jóvenes músicos, escritores, publicistas, diseñadores, directores de cine y todo habitante cool de Montevideo, La Ronda es un lugar de encuentro siempre lleno. El bar es mínimo, pero se continúa en la ancha vereda de la calle Ciudadela, a una cuadra del Teatro Solís. Felipe Reyes, alma máter del lugar y fanático de Bob Dylan, creó los “masticables” de pollo, carne o veggie: especie de wraps que se acompañan con buenas cervezas importadas. Reyes es dueño de la disquería vecina. En este lugar, nadie se pierde los martes de mujeres, en los cuales dj femeninas son invitadas a pinchar discos hasta que todos se cansan de bailar.
14. Palacio Salvo
Altivo, en la céntrica Plaza Independencia desde 1928, el Palacio Salvo es la construcción más emblemática de Montevideo. Con 120 metros de altura, durante décadas fue el edificio más alto de Sudamérica. Hoy ni siquiera es el más alto de la ciudad. Lo levantó el italiano Mario Palanti, el mismo que construyó el Palacio Barolo (mellizo del Salvo) de Buenos Aires, en un estilo art déco ecléctico. La idea de sus propietarios, los hermanos genoveses Salvo, era la de convertirlo en hotel de lujo en la pujante Montevideo, cosa que por una o otra razón nunca sucedió. Funcionó sin embargo como salón de baile, casa de masajes, club de billar y estudio de grabación. Actualmente alberga oficinas y viviendas. En el piso 17 vive desde hace 45 años Abelardo García Viera, un historiador de 75 años que preside la comisión administradora del edificio. Viera advierte sobre los graves problemas de mantenimiento y riesgos edilicios. El Salvo es Patrimonio Histórico, pero tiene una deuda millonaria de impuestos con la Intendencia.
Frente al puertito del Buceo, en la avenida 26 de marzo, se levantó el complejo empresarial más moderno del país. El wtc Montevideo se compone de tres modernas torres de oficinas, con una plaza central ambientada con varias esculturas del artista nacional Pablo Atchugarry. Con dos torres más en construcción, el complejo llegó para redefinir el skyline montevideano para siempre. En la plaza hay varias propuestas gastronómicas gourmet: Garmendia, de cocina catalana y brasileña; Bambú, de cocina asiática) y Walrus, que ofrece a sus comensales cocina internacional. Muy cerca está el Montevideo Shopping.
16. Avenida 18 de Julio: circuito Art déco
La principal avenida de la ciudad se extiende desde la Plaza Independencia hasta el Parque Battle. Se trata de casi tres kilómetros de arquitectura histórica salpicada de plazas públicas y comercios. A un lado y otro de la avenida están los frutos modernos del esplendor montevideano de las primeras décadas del siglo xx. Junto con Nueva York, Montevideo es la ciudad con mayor presencia de edificios de estilo art déco, y estos magníficos ejemplares se encuentran muy cerca unos de otros. Los más destacados en la 18 de julio son: Palacio Salvo (en la Plaza Independencia), Palacio Rinaldi (en la esquina de la misma plaza y 18 de Julio), Palacio Lapido (18 de Julio 948), Palacio Díaz (18 de Julio 1333) y Edificio Parma (18 de Julio 1645). Otros, de estilos arquitectónicos eclécticos, son Palacio Brasil (18 de julio 984) y Palacio Héber Jackson (construido en 1897, alberga el Museo de la Moneda). A una cuadra de 18 de Julio, en Mercedes y Andes, está el moderno Auditorio Nacional Adela Reta, principal sala del sodre, cuyo Ballet Nacional está dirigido por el argentino Julio Bocca.