Una carretera nueva, de seis carriles, perfectamente pavimentada y con las rectas interminables que distinguen a las autopistas en Estados Unidos te lleva en un par de horas desde Monterey hasta Santa Bárbara, en California. En ella no hay espacios para hacer un alto, y todo es un trayecto continuo, pero para los viajeros nostálgicos que no llevan prisa por acabar el viaje, que saben que para conocer un destino lo mejor son las pausas en las que se aprecian los paisajes del trayecto, está la añeja ruta Pacific Coast Highway, con parajes que te permiten disfrutar del lado natural de la región.
Nuestro camino arrancó en Monterey, una ciudad a la que los californianos escapan los fines de semana para descansar en playas privadas, comprar perlas —recién recolectadas— en las boutiques de los muelles turísticos, reservar algún paseo para ver las ballenas jorobadas que rondan por estas aguas o tal vez zarpar toda la mañana en un yate para pescar la cena de esa misma noche.
Dejando atrás esta tranquila ciudad, 20 minutos después llegamos a Carmel by the Sea, un pueblito de artistas cuyas casas lucen como chalets suizos. La población completa se esconde entre las copas de árboles enormes. Aquí el atractivo son los salones de catas de vino, producto de los viñedos de la zona. Entre los más famosos está Galante —propiedad de la familia fundadora de Carmel by the Sea—, y Silvestri —cuyo dueño, Alan Silvestri, es el compositor del soundtrack de filmes como Back to the Future, Forrest Gump y Avengers—. Ambos trabajan con cosechas de pinot noir y chardonnay. La playa de arena fina y blanca es otro pretexto para hacer un alto en este sitio.
A diez minutos de Carmel by the Sea se encuentra Point Lobos, una reserva natural en la que conocimos a un grupo de buzos —biólogos marinos de profesión—, quienes nos contaron que el sitio es perfecto para sumergirse en busca de ballenas, pulpos, leones marinos y nutrias, especies a las que observan con mucho respeto y distancia. Pero si el viajero no cuenta con equipo para una inmersión (tanques y al menos un traje seco para las bajas temperaturas del mar), a este lugar también acuden a disfrutar de picnics y senderismo entre paisajes boscosos con vistas de acantilados a la orilla del mar.
Al seguir por la Pacific Coast Highway, las enormes extensiones de tierra comienzan a transformarse en terrenos con cosechas. Anuncios pintados a mano promocionan la venta de aguacate, jitomate cherry y alcachofas orgánicas.
Casi una hora después se llega a Big Sur, una diminuta localidad donde está el Parque Estatal Julia Pfeiffer. En este punto, los vehículos disminuyen la velocidad y algunos guardabosques los dirigen para estacionarse a la orilla de la vía. Éste es un buen punto para estirar las piernas y caminar hasta la cascada McWay, de 24 metros de altura, que desemboca directo al mar. Una de las vistas más espectaculares de esta carretera.
Poco después se llega al Bixby Bridge, donde los carros vuelven a hacer un alto en las laterales del camino. Es uno de los puntos más fotografiados del estado, abierto al tránsito en 1932. Su construcción es una verdadera obra de arte de la ingeniería moderna, ya que se edificó a pesar de los barrancos que lo rodean y con una base de madera y cemento.
La Pacific Coast Highway también lleva a localidades como San Simeon, donde está el castillo Hearst —propiedad de un magnate dedicado a los medios—; Cambria, con su Moonstone Beach de aguas cristalinas y Santa Bárbara. Cada uno de estos parajes permiten conocer a fondo un estado de California alejado de las rutas tradicionales.