Si existe un territorio que en la actualidad esté tomando conciencia en torno a cómo proteger nuestro planeta, ése es Noruega. El país que recientemente declaró que sólo usará coches eléctricos ha superado todas las expectativas en lo que a la lucha contra el cambio climático se refiere, comenzando por el turismo, en especial en zonas clave como su capital, Oslo.
El entusiasmo de este país europeo por liderar el camino hacia un ambiente mucho más ecológico y con proyectos de visión sustentable va más allá de un puñado de restaurantes con una carta repleta de alimentos orgánicos. Son muchas las empresas y personas que llevan años sumando esfuerzos por un entorno saludable. Una búsqueda concienzuda hacia soluciones sustentables que abandera la ciudad de Oslo gracias a su proximidad con la naturaleza.
Pero ¿qué están haciendo tan bien? Para empezar, se alimentan adecuadamente. La cocina noruega se enfoca en el pescado fresco, las verduras y los cereales. Sencilla,natural, de proximidad y con conciencia, la gastronomía que practican los chefs del país huye de extravagancias y artificios, y se ha convertido en uno de los nuevos orgullos nacionales.
Los ingredientes orgánicos están presentes en las cartas de los cafés más sencillos, como Mat & Mer, donde cuidan la calidad del producto. El resultado lo degustamos en su menú, que incluye platos con verduras de temporada y carnes de productores locales. Este fenómeno es también extensible a los restaurantes más gourmet, como el aclamado Maaemo, distinguido con tres estrellas Michelin.
La filosofía de comer sano, que va inevitablemente ligada a un desarrollo turístico que respeta el medio ambiente, permite que en Oslo también existan hoteles con certificación ECO. En la capital de Noruega se emplean nada menos que tres sistemas para calificar: Svanen, Eco-Lighthouse (Miljøfyrtårn) e ISO 14001.
Los tres implican el cumplimiento de requisitos estrictos en varios aspectos operativos de la hotelería, desde la gestión de residuos y la conservación de energía hasta los perfiles ambientales de los proveedores. Buen ejemplo de todo lo anterior es el Thon Hotel Terminus, un cómodo alojamiento en el corazón de la ciudad, cerca de la estación central, rodeado por tiendas, restaurantes, museos y teatros. El Terminus acoge entre sus muros 154 habitaciones modernas, equipadas con altavoces Bosé y camas Jensen. Además, el desayuno, de tipo buffet, es cortesía durante la estancia.
Aunque si hablamos de hoteles y de Oslo resulta inevitable mencionar el lujoso The Thief, un sitio de hospedaje de culto, cuyas suites están decoradas con obras de Sir Peter Blake, el ascensor tiene piezas de Julian Opie y hasta Warhols en el restaurante Fru K, cuya carta está repleta de ingredientes orgánicos y de temporada que dan vida a platillos que representan la cultura escandinava. Pero además de presumir que es el hotel más cool de Oslo, The Thief puede decir que es un hotel sustentable, ya que tiene los tres sellos de certificación ECO. Situado junto al relativamente nuevo museo de arte moderno Astrup Fearnley, este lugar de hospedaje ofrece vistas privilegiadas a los canales de Tjuvholmen y a los fiordos.
La preocupación por el cambio climático está tan latente en la cultura noruega que sus integrantes están convencidos de que la conservación del medio ambiente es responsabilidad de cada persona, lo que recuerda al concepto hygge, que engloba entre sus muchas acepciones la de conseguir la felicidad por medio del contacto con la naturaleza. El mejor ejemplo de este concepto lo encontramos en el barrio más verde de Oslo, una zona anteriormente industrial, ubicada a orillas del río Akerselva, donde se encuentra uno de los proyectos de urbanización más creativos e interesantes de la ciudad, Vulkan. Edificado con una visión ecológica, representa un hito en cuanto a arquitectura innovadora y respetuosa con el medio ambiente. Cuenta con un centro energético local con pozos geotérmicos de 300 metros de profundidad y un extenso sistema de calentadores solares de agua. En Vulkan hay hoteles, centros culturales y restaurantes presididos por dos grandes esculturas diseñadas por el estudio Snøhetta que funcionan como colmenas. Y es que en Oslo la naturaleza está presente en el día a día.
Otro buen ejemplo de esos numerosos proyectos es el antiguo aeropuerto de Fornebu, cuya capacidad se vio desbordada por el volumen de pasajeros y, ante la imposibilidad de agrandarlo, decidieron convertirlo en viviendas y oficinas rodeadas de una gran arquitectura paisajística que dio lugar a un escenario único.
Reformas sostenibles y conciencia medioambiental en un país que conoce el problema de vivir del petróleo. Tal vez sea ésta la principal causa de su cambio de mentalidad, de su viraje hacia un futuro basado en el cuidado del planeta. De momento, parece que la cosa funciona en Noruega, con numerosos proyectos que catapultan el país directamente al pódium de honor como una de las sociedades más verdes del planeta.