La pandemia no sólo aumentó el grado de complejidad a la hora de viajar en avión: a los trámites aeroportuarios postseptiembre de 2001 se suman ahora la incertidumbre por la salida de los vuelos, los cambios imprevistos de horarios, las cancelaciones, los rituales de higiene y las restricciones por Covid, y un sinnúmero de cuestiones más que incluyen, por supuesto, el propio miedo al contagio. Todo esto alentó en los últimos años el resurgimiento, en un caso, y el desarrollo, en otro, de dos modelos de movilidad para cubrir las distancias y al mismo tiempo recuperar el goce del viaje, como solía ser
De pronto, los trenes, largamente olvidados y cuya gloriosa historia planea rescatar la actual administración de Joseph Biden, y los helicópteros para vuelos compartidos, proyecto que estaba empezando a sonar por parte de empresas como Uber a finales de 2019, comenzaron a revolucionarse como parte de esta búsqueda de una movilidad alternativa a los clásicos aviones y viajes por carretera. En esta tendencia también desempeña un papel importante la sustentabilidad.
Nuevas rutas del Amtrak
No es raro que asociemos los viajes en tren con una mezcla de ideas y emociones que van desde el romanticismo y misterio de una novela de Agatha Christie hasta la sofisticación y deliciosa experiencia del trayecto a Venecia en el Orient Express. Sin embargo, la mayoría de los trenes que sirven de enlace entre las ciudades de Europa (donde se utilizan con más frecuencia) o Estados Unidos sólo tienen en común la velocidad, la conveniencia, la limpieza y el confort, atributos que, seamos justos, resultan más que atractivos para hacerlos competir con los vuelos en los que incluso los asientos resultan menos espaciosos.
La línea más tradicional de trenes en Estados Unidos, Amtrak, ha salido nuevamente a la luz (aunque siempre ha funcionado, y muy bien) cuando, en junio del año pasado, el presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, anunció su intención de invertir 66,000 millones de dólares en ampliar la red del Amtrak para unir 160 destinos más, con lo que se alcanzaría unos 20 millones de nuevos pasajeros en los próximos 15 años. Se trata de la primera inversión en infraestructura de la red ferroviaria desde su creación en 1971. Según la administración de Biden, con este proyecto se busca mejorar la movilidad, potenciar el desarrollo económico de las ciudades que ahora estarán conectadas por esta vía y, por supuesto, disminuir con este transporte las emisiones de gases de efecto invernadero.
Aunque aún falta tiempo para que lo veamos (la propuesta está en la fase de proyecto de infraestructura), las nuevas rutas conectarían las ciudades sureñas de Georgia, Texas y Tennesse, además de reactivar la vieja ruta que unía Los Ángeles con Las Vegas (la cual, seguramente, será de las más solicitadas).
La tendencia de los helicópteros compartidos
Todo mundo sabe que un viaje privado en helicóptero cuesta una locura; aún más: el precio por rentar uno varía si es con o sin piloto, según la locación, el día, el horario, la anticipación. Y si hablamos de adquirir uno, los precios van desde el millón de dólares, sin contar los costos extra de mantenimiento, acceso a helipuertos, hangar y, por supuesto, los honorarios de los pilotos. En resumen, se diría que, salvo que sea un vuelo compartido de tramos breves sobre algún destino vacacional, para la gran mayoría de los mortales pensar en trasladarse por este medio, sólo para evitar el caos del tráfico o hacer un trayecto corto de una ciudad a otra, resulta imposible.
Sin embargo, las necesidades cambian y las empresas buscan adaptarse a ellas. En ciudades sobrepobladas y donde conseguir un taxi puede resultar un doble dolor de cabeza (no sólo eso, conseguirlo rápido, y no sólo rápido, sino que logre llegar a tiempo al destino) han surgido iniciativas para convertir los viajes breves por el cielo en una opción accesible.
En 2016, en plena época de crecimiento de Uber, la empresa creó Uber Elevate, una división dedicada a los viajes aéreos compartidos para recorrer distancias cortas a menor costo que los tradicionales helicópteros. Luego de cuatro años de financiar el proyecto, decidió vender esta división, aunque aún forma parte de la alianza comercial, a otra empresa innovadora y con la misma ambición por los vuelos a bajo costo como alternativa frente a los viajes en coche: Joby Aviation.
El proyecto de Joby Aviation contempla el desarrollo de un vehículo volador que no podemos llamar avión ni helicóptero, puesto que es una combinación de ambos, aunque completamente sustentable: con capacidad para cuatro pasajeros y un piloto, este vehículo eléctrico viaja a 300 kilómetros por hora. Por el momento ha recibido dos inversiones de parte de Uber por un total de 125 millones de dólares, más otras que suman 820 millones de dólares. La intención de este partnership entre ambas empresas es que, una vez que Joby Aviation comience a operar (algo que la empresa supone que hará en 2024), las transacciones así como los pedidos de viajes se hagan desde la plataforma de Uber.
De regreso al más acá, hay en la actualidad opciones de bajo costo (comparadas con los estandarizados) para hacer viajes breves en helicóptero o jet dentro de Estados Unidos. Una de las empresas que más suenan en este momento es Blade, la cual ofrece una salida rápida desde el aeropuerto JFK de Nueva York al centro de Manhattan en apenas cinco minutos por vía aérea y 195 dólares.
Clásicos que reviven el lado romántico de los viajes
Bastante aparte de términos como velocidad, inmediatez y economía se encuentra el regreso de los viajes en tren por placer. Si bien existen en el mundo rutas increíbles para vivir la experiencia (basta nombrar el Transiberiano), los que ofrecen este servicio con lujo de atenciones, cabinas espaciosas y el viejo romanticismo del siglo XIX, transitando por los paisajes del siglo XXI en Estados Unidos, resultan sorpresivamente ignotos.
Ningún amante del vino puede ignorar que Napa Valley es la región privilegiada de ese país en la que la vid se une a la oferta gastronómica y de hospitalidad para crear la experiencia perfecta. A Napa se suele llegar por tierra, porque los viñedos ameritan un recorrido de varios días, y nada como disfrutarlo sin prisas. De la idea de ofrecer a los viajeros esa posibilidad, sumada a la experiencia de un viaje en tren, le dan forma al Wine Train. Basándose en una línea ferroviaria construida en 1864, este tren realiza un recorrido de ida y vuelta de poco más de 50 kilómetros, pero con una duración de tres horas durante las cuales el viajero goza del paisaje de los viñedos (con breves escalas para recorrer la zona) y, sobre todo, de la cocina a bordo de sus vagones.
En la misma línea de recorridos breves y placenteros, e ideal para nostálgicos, está el Strasburg Railroad. Fundada en 1832, es la línea ferroviaria más antigua de Estados Unidos y sus coches aún se mueven con vapor. Los recorridos duran poco menos de una hora, pero la experiencia lo vale, en particular para quienes buscan experimentar un viaje de lujo en tren, tal como lo hacían en el siglo XIX, desde la habitación presidencial o el carro comedor. Los fines de semana ofrece, además, una experiencia de degustación de vino y quesos.
Rocky Mountaineer es una compañía canadiense reconocida por ofrecer verdaderas travesías panorámicas por algunos de los paisajes más impresionantes del norte de América y hace poco lanzó su ruta Rockies to the Red Rocks, que explora el oeste de Estados Unidos atravesando los territorios montañosos cerca de Moab (Utah) y Denver (Colorado), con salidas o llegadas desde Salt Lake City, Denver y Las Vegas. Los recorridos duran dos días, con una estadía en un hotel al anochecer.
El Royal Gorge Route Railroad se llama a sí mismo “restaurante rodante”, si bien esto no habla de uno de sus mayores atributos: se trata de una línea ferroviaria que surgió en 1870 para trasladar a los mineros por las montañas rocosas de Colorado, lo que –con el paso del tiempo– ha derivado en una de las rutas escénicas más hermosas de este estado, con el agregado de que se puede recorrer en un tren con vagones a cielo abierto, techos panorámicos y (ahora sí) una carta que muestra la mejor gastronomía basada en productos locales. La duración de la experiencia varía según el horario que elijas: en la mañana y la tarde suele rondar entre hora y media y dos horas, mientras que los paseos nocturnos (con salida a las 6:30 de la tarde) duran entre dos y media y tres horas en total.