“El mejor desayuno de Nueva York… no el mejor desayuno del universo”, así era como Anthony Bourdain se refería a Barney Greengrass. Visto desde afuera, y todavía después de cruzar sus puertas, este tradicional deli judío no se anuncia como una de las grandes instituciones gastronómica de Nueva York, aunque es un poco lo que sucede con todas las grandes instituciones gastronómicas de la ciudad.
Barney Greengrass es uno de esos negocios neoyorquinos que, a pesar de la rápida evolución de los edificios y las modas a su alrededor, resiste a base de tradición. Su historia se remonta a hace más de un siglo, en 1908, cuando el señor Barney Greengrass abrió el local original como un deli que ofrecía productos exclusivos de la más alta calidad.
El local parecía ser uno más de tantos otros delis que se hicieron espacio en la ciudad durante la primera mitad del siglo XX, con la llegada de la comunidad judía a Nueva York, y que desde entonces son uno de sus pilares culinarios. Sin embargo, Barney ‘s pronto destacó por algo en particular: su esturión ahumado, tanto que se ganó el mote del ‘Rey del esturión’, que aún conserva con orgullo en el letrero de la entrada.
Después de 116 años, el negocio sigue a cargo de la familia Greengras, ahora en su tercera generación, pero conservando el espíritu original de calidad. Aunque, desde luego, tantos años de historia no han pasado sin sus propios cambios. En 1929 se mudaron a su ubicación actual: el 541 de Amsterdam Avenue.
Años más tarde, en el 38, también vendría la expansión más ambiciosa: la creación del restaurante, que justamente es lo que nos trae aquí hoy.
Anthony Bourdain y Barney Greengrass
El legendario cronista gastronómico se tomó la molestia de compartir este secreto personal con sus lectores y espectadores en varias ocasiones. Bourdain en verdad era un asiduo regular de Barney Greengrass, en donde le saludaban por su nombre de pila, como a un viejo conocido. Este era el deli de su barrio y su favorito en toda la ciudad, que para los neoyorquinos siempre parece ser lo mismo.
Aunque su preferencia no sólo tenía que ver con su cercanía. Anthony Bourdain certificaba la calidad que Barney Greengrass ha perseguido por más de un siglo. Respaldaba el mote de ‘Rey del esturión’ y aseguraba que también era el mejor lugar en Nueva York para comprar hígado picado.
Pero, en lo que a desayunos refiere, Bourdain tenía una orden regular, su “desayuno favorito en el universo”: huevos revueltos con lox de Nueva Escocia, acompañados de bagels tostados, un café y el New York Times de ese día. En Barney Greengrass lo conocían tan bien que la orden estaba implícita con su llegada al lugar.