Los máximos exponentes del impresionismo son los franceses: Renoir, Monet, Manet, Cézanne, etcétera. En Estados Unidos, sin embargo, la corriente artística también tuvo sus adeptos, y de manera notable. Entre ellos, John Singer Sargent, William Merritt Chase, Frederick Childe Hassam, etcétera. En el siglo XIX, mientras Estados Unidos crecía industrialmente y se convertía en una imagen urbana, un grupo de artistas quiso fijarse en la naturaleza y plasmarla en lienzos, ya fuera como retrato de su entorno —Long Island, Connectitut, otros—, ya como refugio de las ciudades.

Algunas ciudades en Estados Unidos dan mucha importancia a los espacios naturales. Es el caso de Nueva York con Central Park y el jardín botánico del Bronx: un respiro natural en medio del ajetreo urbano. El grupo de pintores impresionistas estadounidenses, no queriendo asociarse acriticamente a su tiempo, prefirió hacer una lucha un tanto bucólica y dejó un legado importante.

Sus pinturas, ahora, han pasado del lienzo a las plantas reales; es decir, en el jardín botánico del Bronx, una exposición acomoda en una sección las plantas, distribuidas como aparecen en los cuadros, y viceversa, cuadros en su forma original, tal como los jardínes fueron pintados.

Además de la exposición de los impresionistas estadounidenses, en el jardín están dispuestas las obras y los jardínes de tal manera que emulan las obras de los artistas. Es decir, primero su inspiración, sus modelos, fueron los jardínes reales pasados a lienzos, y luego de regreso: de la pintura al jardín.

Hubo muchos poetas, asimismo, que contribuyeron al enriquecimiento del paisaje por otros medios. Muchos de ellos frecuentaban las colonias, es decir, los mismos círculos que los pintores. Así, la huella de los jardínes quedó no sólo físicamente, sino en lienzos y poemas. Los versos que meditan sobre la naturaleza también son parte de la exposición; como Gertrude Stein, como Erza Pound, de quien copio unos: