En la década de los treinta, un grupo de escritores con ideas afines fundaron una revista, Contemporáneos, que pese a no durar sino apenas unos años el nombre que los agrupó perduró más allá del siglo. Los contemporáneos son sobre todo once, aunque hubo muchos más colaboradores de la revista, y muchos otros que han llegado a ser considerados por algunos como parte del grupo. Éstos son: Villaurrutia, José y Celestino Gorostiza, Novo, Torres Bodet, Gilberto Owen, Carlos Pellicer, Samuel Ramos, González Rojo, Ortiz de Montellano y Jorge Cuesta.
Al menos estos once son los escogidos para la exposición de Bellas Artes, que recoge pinturas, dibujos, retratos, primeras ediciones, entre otros objetos alusivos al grupo. Para Arturo Saucedo, curador de la exposición, “el tiempo de los Contemporáneos no fue su tiempo: el de ellos es éste. Ellos le apostaron a un lector por venir, a un futuro, a una transformación de la cultura mexicana, que son los tiempos que estamos viviendo.”
Aparecen expuestos algunos números de la revista, no sólo Contemporáneos, sino otras previas a ésta, como Ulises y La Falange, donde colaboraron Villaurrutia y otros; retratos, donde sobresale uno hecho por Diego Rivera a Carlos Pellicer; primeras ediciones (de, por ejemplo, Return ticket, de Salvador Novo) y fotografías: muchos de ellos fueron retratados por Manuel Álvarez Bravo, quien fue divulgado por la revista.
Entre las muchas facetas literarias que practicaron, están las traducciones y los intereses por otros grupos de poetas de habla hispana. De la generación española del 27: Alberti, Altolaguirre, León Felipe y Enrique Diez-Canedo; de las traducciones: T. S. Eliot, D. H. Lawrence, William Blake, Paul Valery…
También incursionaron en el cine: por ejemplo, Villaurrutia con Vámonos con Pancho Villa, Celestino Gorostiza en Las mujeres de mi general, y Salvador Novo en La zandunga y algunas más. De este último, célebre esgrimista ácido, revive la exposición la polémica que tuvo con Diego Rivera, aunque no solamente con él. Éste pintó a Novo con orejas de burro en un mural de la SEP, agachado y recibiendo una patada de un obrero, con la leyenda “el que quiera comer que trabaje”, cerca de un ejemplar roto de la revista Contemporáneos, barrido por Antonieta Rivas Mercado. Salvador Novo, en respuesta, publicó La Diegada, poemas como dardos contra él:
Marchóse a Rusia el genio pintoresco
a sus hijas dejando –si podría
hijas llamarse a quienes son grotesco
engendro de hipopótamo y arpía.
A ellos les interesaba preguntarse por la identidad del mexicano, como prueba de ello es la obra de Samuel Ramos, pero estaban en un canal distinto al muralismo o la novela de la revolución. Hubo pintores cercanos a ellos que nunca simpatizaron con Diego Rivera; fue el caso, por ejemplo, de Juan Soriano. Al respecto, José Luis Martínez dijo de este grupo: “Estos artistas renunciaban a lo monumental y propagandístico instaurado por los muralistas (Rivera, Orozco y Siqueiros) y se esforzaban por volver a un arte menos ambicioso y más limitado e intenso.”
Forman parte de la escena cultural del México del siglo XX las aportaciones de los contemporáneos. Muerte sin fin de Gorostiza, Discurso por las flores de Pellicer, los Nocturnos de Villaurrutia son poemas, así como las crónicas de Salvador Novo, clave para entender las miras del país en ese entonces. Esta exposición es una oportunidad para conocer más sobre la historia de este grupo.
Los Contemporáneos y su tiempo.
Hasta el 4 de septiembre, Palacio de Bellas Artes.