Adolfo Domínguez y su hija Adriana

Hablamos con el diseñador español y su hija sobre perfumes, moda y ecología.

01 Nov 2017

“Es distinto cómo se perfuman un hombre y una mujer”, comparte Adriana, de 38 años, la hija mayor del diseñador español Adolfo Domínguez. “Los hombres casi no cambian de perfume; para ellos es algo ligado a la identidad”. Estamos en la boutique de la marca en Polanco, entrevistando a padre e hija tras el lanzamiento de la nueva fragancia de la marca, Agua Fresca de Rosas Blancas. Esta fragancia busca captar un público femenino joven, posiblemente las hijas de las mujeres que desde 1995 usan Agua Fresca de Rosas, que hasta hoy es una de las fragancias femeninas más vendidas en España. “Nuestra colaboración va muy bien, no tenemos conflictos. Las fragancias las lleva ella, absolutamente, desde hace mucho tiempo”, comenta Adolfo, orgulloso de su hija. Y es que desde 2008 Adriana ha hecho un gran trabajo como Directora de Perfumes para la marca, que se venden bajo licencia con la centenaria Puig. “Desde hace mucho tengo carta blanca y eso me permite mucha libertad”, dice Adriana, “lo que permite esa libertad es que al final somos lo mismo. El ADN de mi padre, que es el ADN de la marca, es mi ADN. Mi mente y mi forma de discernir es la suya”.

Hay algo entrañable en esta relación padre-hija, un respeto mutuo y mucho cariño. Y es exactamente esta relación la que fue canalizada en este perfume: hay un núcleo que son las rosas blancas, con un vínculo irrefutable entre el mundo de la moda y las fragancias. En este producto, creado por el maestro perfumista Ramón Monegal, hay muchos ecos de la moda.  “Introdujimos por primera vez la tela en la rosa, algo nada común en el mundo de los frascos”, cuenta Adriana, “y en el packaging del perfume se ve reflejado también con el dibujo de la chica que es como se diseñan las colecciones; es muy moda”.

Memorias de Galicia

Ya entrados en materia de aromas y el poder que tienen para evocar recuerdos, le pregunto a Adriana cuáles son los que le recuerdan a su padre. “El olor de Galicia, que es un olor húmedo, de tierra, de musgo, de césped, de pinos. En Galicia llueve mucho y cuando se va de la fábrica, él hace yoga al aire libre”, comparte. También comenta que lo asocia a olores de fábrica de textiles.

“Más de la mitad de la vida se la ha pasado ahí dentro. Nosotros tenemos todo integrado, no sólo son estudios de diseño. Hay planchas, gente cortando telas. Todo ese proceso industrial huele”, dice esta mujer que se ha convertido en una figura indispensable en la moda española.

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